CRÓNICA DE ZARAGOZA.- Imposibles astados en una tarde
aburrida
La herencia de los poderosos
Esta es la herencia que nos dejan los poderosos del toreo.
Quien ha tenido y todavía tiene el poder es quien ha provocado que en pleno
siglo XXI todavía se ofrezcan espectáculos como el de esta tarde, en el que se
han aburrido todos, hasta quien se ha dado de bruces con la propia herencia que
deja.
Para un aficionado al toreo lo de hoy es la antítesis de lo
que ama. Pero hubo poderosos que todavía gobiernan este maravilloso mundo que
han defendido y promulgado este tipo de espectáculos. ¿Alguien puede entender
las palmas de bienvenida al cornicorto, cerrado y astillado primero? ¿Alguien
puede comprender que pasase el reconocimiento veterinario el segundo de
corrida, con su escasa entidad asardinada? ¿Por qué quien gobierna dice no
aburrirse en corridas amargas como la de hoy? ¿Por qué quien gobierna ataca lo
bueno? ¿Será porque es más caro? ¿Será porque así no le deja la sartén por el
mango a otros?
Las preguntas al poder establecido no acabarían ahí. Cabe
otra, que es la madre del cordero: ¿quien tanto ha defendido y promulgado estas
corridas llamadas toristas lo hará con el interés comercial de que nadie sea
capaz de subirse en exceso? ¿Y si subiese en exceso, en caché, y le arrebatasen
ese poder?¡Manda bigotes la herencia que nos dejan!
Tal es la herencia, que hasta uno de los dignos matadores de
hoy espetó entre barreras y al terminar con ovación: "Esto no es
torear". El corajudo Alberto Aguilar, lo dijo. Ya dijo bastante.
Y es que el poderoso publicitó lo suyo a este tipo de toro,
mal llamado torista, para ponerlo al frente de las figuras, a la contra, como
si las figuras no fuesen capaces de quitarse de en medio semejantes bichos con
la misma dignidad que la que derrocharon Robleño, Aguilar y Gallego. ¿Alguien
cree que Juli no tendría idéntico decoro en despachar a los Prietos y al
remiendo de Alcurrucén?
Una mentira mil veces repetida no se convierte en una
verdad, aunque el discurso cale en una minoría que tiene puesta toda su fe cual
forofo en sus hierros predilectos. Esos forofos son los que aplaudían al
cornicortísimo primero y respetaban al ligero y sin remate segundo. Los mismos
que aplaudían sus acometidas al caballo y miraban al cielo para no ver cuando
se iban sueltos de las puyas, como el segundito. A esos dos hasta los
aplaudieron en el arrastre por tirar cornadas defensivas por doquier.
Ya con el tercero, de escaso cuerpo, con cara de
consanguíneo y tontorrón, se volvieron mudos. El local Carlos Gallego se llevó
en el sorteo los dos Prietos carentes de movilidad y de poder. El tercero que
dejó a esa minoría muda solo le sirvió para estar mucho rato alrededor, como
buscando una gota en el pozo seco. Lo mató perfecto. El humillador sexto, de
hechuras ajuanpedradas, a punto estuvo de ser devuelto a corrales, porque se
empleó de salida humillando, lo que le hizo evidenciar su escasa fortaleza. Le
sirvió a Gallego para dar el mejor lance de la tarde y para mostrar que quiere
practicar el toreo caro y que está bastante preparado a pesar de ser su tercera
corrida en tres años. Mucho rato estuvo tras brindar a El Soro, y en alguna
ocasión se vio apretado cuando el toro se vencía.
Robleño pechó con el corpachón jabonero y sin cuernos que
abrió plaza. Bicho hecho para no embestir y que no embistió. Solo acometió
recortando, sin atacar hasta el final, y terminó espantando a testarazos la
tela roja que le incordiaba. Luego se las vio con el remiendo de Alcurrucén,
toro potente y sin entrega, que acometió fuerte, metido y sin humillar, geniudo
el tal Barbero cuarto. El bravo fue Robleño, pleno de coraje y arrestos para
plantar cara sin arredrarse un ápice. Además, se tiró a matar y mató.
Aguilar, sin embargo, resumió perfecto entre barreras que lo
que había hecho no era torear. Con el ligero segundo apenas si se pudo poner,
pues el jabonero topaba fuerte en su defensa, mil cornadas al aire en un mismo
muletazo.
El quinto, silleto y largo, con toda su presunta integridad
aparentemente mermada, se fue a por el torero nada más ver tela, y poco más que
bregar sobre las piernas pudo hacer el menudo torero.
¡Qué aburrida es la herencia que nos deja una mentira mil
veces repetida e interesada!
Ficha del festejo
Plaza de Zaragoza. Noveno festejo de la Feria de El Pilar. Cinco
toros de Prieto de la Cal
y un remiendo de Alcurrucén, corrida mal presentada por su desigualdad, con
toros sin cara como el primero y sin carnes, como el segundo, o romos, como el
quinto. Corrida desclasada, geniuda y defensiva, salvo tercero y sexto, que no
sacaron poder. El de Alcurrucén, con enorme movilidad y sin humillación.
Fernando Robleño: ovación en ambos.
Alberto Aguilar: silencio y ovación.
Carlos Gallego: ovación y palmas.
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