viernes, 14 de octubre de 2011

Cuando las cosas se dicen como son


CRÓNICA DE ZARAGOZA.- Imposibles astados en una tarde aburrida
La herencia de los poderosos
Esta es la herencia que nos dejan los poderosos del toreo. Quien ha tenido y todavía tiene el poder es quien ha provocado que en pleno siglo XXI todavía se ofrezcan espectáculos como el de esta tarde, en el que se han aburrido todos, hasta quien se ha dado de bruces con la propia herencia que deja.

Para un aficionado al toreo lo de hoy es la antítesis de lo que ama. Pero hubo poderosos que todavía gobiernan este maravilloso mundo que han defendido y promulgado este tipo de espectáculos. ¿Alguien puede entender las palmas de bienvenida al cornicorto, cerrado y astillado primero? ¿Alguien puede comprender que pasase el reconocimiento veterinario el segundo de corrida, con su escasa entidad asardinada? ¿Por qué quien gobierna dice no aburrirse en corridas amargas como la de hoy? ¿Por qué quien gobierna ataca lo bueno? ¿Será porque es más caro? ¿Será porque así no le deja la sartén por el mango a otros?

Las preguntas al poder establecido no acabarían ahí. Cabe otra, que es la madre del cordero: ¿quien tanto ha defendido y promulgado estas corridas llamadas toristas lo hará con el interés comercial de que nadie sea capaz de subirse en exceso? ¿Y si subiese en exceso, en caché, y le arrebatasen ese poder?¡Manda bigotes la herencia que nos dejan!

Tal es la herencia, que hasta uno de los dignos matadores de hoy espetó entre barreras y al terminar con ovación: "Esto no es torear". El corajudo Alberto Aguilar, lo dijo. Ya dijo bastante.

Y es que el poderoso publicitó lo suyo a este tipo de toro, mal llamado torista, para ponerlo al frente de las figuras, a la contra, como si las figuras no fuesen capaces de quitarse de en medio semejantes bichos con la misma dignidad que la que derrocharon Robleño, Aguilar y Gallego. ¿Alguien cree que Juli no tendría idéntico decoro en despachar a los Prietos y al remiendo de Alcurrucén?

Una mentira mil veces repetida no se convierte en una verdad, aunque el discurso cale en una minoría que tiene puesta toda su fe cual forofo en sus hierros predilectos. Esos forofos son los que aplaudían al cornicortísimo primero y respetaban al ligero y sin remate segundo. Los mismos que aplaudían sus acometidas al caballo y miraban al cielo para no ver cuando se iban sueltos de las puyas, como el segundito. A esos dos hasta los aplaudieron en el arrastre por tirar cornadas defensivas por doquier.

Ya con el tercero, de escaso cuerpo, con cara de consanguíneo y tontorrón, se volvieron mudos. El local Carlos Gallego se llevó en el sorteo los dos Prietos carentes de movilidad y de poder. El tercero que dejó a esa minoría muda solo le sirvió para estar mucho rato alrededor, como buscando una gota en el pozo seco. Lo mató perfecto. El humillador sexto, de hechuras ajuanpedradas, a punto estuvo de ser devuelto a corrales, porque se empleó de salida humillando, lo que le hizo evidenciar su escasa fortaleza. Le sirvió a Gallego para dar el mejor lance de la tarde y para mostrar que quiere practicar el toreo caro y que está bastante preparado a pesar de ser su tercera corrida en tres años. Mucho rato estuvo tras brindar a El Soro, y en alguna ocasión se vio apretado cuando el toro se vencía.

Robleño pechó con el corpachón jabonero y sin cuernos que abrió plaza. Bicho hecho para no embestir y que no embistió. Solo acometió recortando, sin atacar hasta el final, y terminó espantando a testarazos la tela roja que le incordiaba. Luego se las vio con el remiendo de Alcurrucén, toro potente y sin entrega, que acometió fuerte, metido y sin humillar, geniudo el tal Barbero cuarto. El bravo fue Robleño, pleno de coraje y arrestos para plantar cara sin arredrarse un ápice. Además, se tiró a matar y mató.

Aguilar, sin embargo, resumió perfecto entre barreras que lo que había hecho no era torear. Con el ligero segundo apenas si se pudo poner, pues el jabonero topaba fuerte en su defensa, mil cornadas al aire en un mismo muletazo.

El quinto, silleto y largo, con toda su presunta integridad aparentemente mermada, se fue a por el torero nada más ver tela, y poco más que bregar sobre las piernas pudo hacer el menudo torero.

¡Qué aburrida es la herencia que nos deja una mentira mil veces repetida e interesada!

 Ficha del festejo

Plaza de Zaragoza. Noveno festejo de la Feria de El Pilar. Cinco toros de Prieto de la Cal y un remiendo de Alcurrucén, corrida mal presentada por su desigualdad, con toros sin cara como el primero y sin carnes, como el segundo, o romos, como el quinto. Corrida desclasada, geniuda y defensiva, salvo tercero y sexto, que no sacaron poder. El de Alcurrucén, con enorme movilidad y sin humillación.

Fernando Robleño: ovación en ambos.

Alberto Aguilar: silencio y ovación.

Carlos Gallego: ovación y palmas.



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