Hoy, su larga historia, vinculada con el tradicional distrito del Rímac, se resume en un museo que es visitado no solo por los amantes de la tauromaquia, peruanos y extranjeros, sino también por peruanos que no son aficionados a este espectáculo.
La entrada al Museo Taurino de Acho es por el jirón Hualgayoc. Allí, en más de 300 metros cuadrados, el público puede apreciar trajes de luces, sombreros, capotes, estoques, banderillas, pullas, carteles y otros objetos de ilustres toreros, así como fotografías y pinturas que seguirán inmortalizando las grandes faenas.
En la actualidad, los objetos donados se digitalizan a la par que en el resto del mundo. En el caso nuestro, ese mejoramiento y de toda la plaza permitirá además que la Sociedad de Beneficencia de Lima Metropolitana (SBLM) pueda fortalecer aún más sus programas sociales.
“Como parte de la modernización se está ordenando cada pieza de manera cronológica. Así, los visitantes repasan la historia como si se transportaran en un túnel del tiempo”, detalla Elita Moreno Briceño, administradora de Acho.
“El Perú es una potencia taurina, aquí vienen aficionados de todas partes del mundo, especialmente de España y México”, responde, por su parte, Jaime Arenas Mendoza (guía), quien hace un alto a sus quehaceres en un día de bastante trajines para todos.
Octubre, noviembre y diciembre son los meses de mayor movimiento en la plaza por las actividades que se programan como parte de la Feria del Señor de los Milagros. A lo largo del año, el museo puede recibir 300 visitantes en un solo día, como ningún visitante en una semana.
La idea del museo surgió de los aficionados que querían conservar, en un solo lugar, los tesoros taurinos para que sean apreciados por todos. Hasta entonces, cada quien guardaba los recuerdos de sus ídolos en sus casas. Al final, el sueño se hace realidad con don Oswaldo Hercelles, quien estaba a cargo de la presidencia de la beneficencia.
El museo se inauguró el 18 de octubre de 1961. Cuando abrió sus puertas al público ya contaba con una variada colección de piezas donadas por aficionados aristocráticos como Francisco Graña-Garland y el ganadero Jesús de Asín y la familia Berckemeyer.
Valor
La pieza más antigua conservada es la capa española de Rafael Molina, “Lagartijo”, que data de 1850. La más reciente (de 2000) es un traje de luces del torero Enrique Ponce, en el que destaca la imagen de la Virgen de Zaragoza, hecho en pedrería fina, en la pierna izquierda.
De los años de 1920, el museo destaca los vestidos de reconocidos toreros como del español Joselito el Gallo. De la década de 1940 (fecha que se inicia la Feria del Señor de los Milagros), exhibe, asimismo, la ropa y accesorios de los también españoles Domingo Ortega y Manuel Laureano Rodríguez “Manolete”, y del mexicano Fermín Espinoza.
De los años de 1950 resalta Antonio Bienvenido, el argentino nacionalizado peruano Raúl Ochoa “Rovira” y el venezolano César Girón.
En otro ambiente (años de 1960) se aprecian recuerdos del famoso Manuel Benítes “El Cordobés” y Antonio Ordóñez. Mientras, José María Manzanares (entonces matador de toros y hoy ganadero); Pedro Gutiérrez, “El Niño de la Capea”; Enrique Ponce y Juan Serrano Pineda, “Finito de Córdova”, hacen que los aficionados traigan a sus mentes las grandes faenas de los años 80.
Los toreros acostumbran regalar sus prendas a los aficionados en señal de gratitud, jamás las venden. Se calcula que cada vestido está valorizado entre mil y mil 500 dólares. “Para un aficionado, su valor real es incalculable”, precisa Arenas.
Pinacoteca
El museo cuenta también con una valiosa pinacoteca en la que destacan obras de Sabogal, de Szyszlo, Martínez León y Roberto Domingo. Asimismo, se puede apreciar una gama de carteles de la época, algunos de papel seda, de 1879.
En otro ambiente se exhibe capotes de paseo, siete cabezas de toro, la más antigua de 1913 y la más reciente de 1997. La primera, de singular importancia, por ser la “alternativa” de Juan Belmonte; y las dos últimas de los matadores José Miguel Arroyo, “Joselito”; Rafael Gastañeta y Sebastián Palomo Martínez, “Palomo Linares”. Cuando un novillero logra, en teoría, los méritos necesarios para alcanzar el grado de matador, realiza una corrida especial denominada alternativa.
En vitrina aparte se distinguen las prendas de dos famosos peruanos: Rafael Puga (vestido alternativa 1972) y Rafael Castañeta (Escapulario 97).
Toreros de color
En la lista de lidiadores nacionales también destacan Juan Suárez, uno de los toreros de raza negra que murió en Acho en 1914 tras una cornada. Otro moreno que resalta es el matador Ángel Valdez, conocido como “El Maestro”, considerado una de las celebridades nacionales.
Su impresionante físico llenó 50 años de historia taurina. En septiembre de 1909, este iqueño se despidió de Lima con una brillante presentación cuando tenía 70 años de edad. Dos años después, dejó de existir.
Otro grande fue Rafael Santa Cruz Gamarra, torero afroperuano consagrado como el último de los grandes matadores negros. En la Plaza de Acho ganó el Escapulario de Oro de la Feria del Señor de los Milagros, el máximo trofeo taurino del Perú.
Arenas cuenta que los primeros toreros en esta parte del continente fueron de raza negra. “Eran generalmente trabajadores de haciendas costeras, que por su acercamiento a la ganadería se inclinaron por el toreo. Se calcula que después de los años 1910 o 1920 comienzan a llegar los toreros de raza blanca, predominando en estas faenas.”
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