Patrimonio Cultural de la Nación
La Sociedad de Beneficencia de Lima se creo el 12 de junio de 1834, cuando por decreto de gobierno, le encargaron los establecimientos de caridad de Lima.
Para esta misión, se contó con el aporte de familias adineradas de la época, quienes ofrecían su aporte para que se atienda a los hospitales y hospicios para pobres que quedaron bajo la administración de la institución.
Asimismo, pasaron a formar parte de su patrimonio el ramo de loterías, la Plaza de Toros de Acho y el Cementerio Presbítero Maestro, entre otros bienes.
Su trayectoria inmensa como institución benéfica permitió obtener un extenso legado patrimonial de bienes inmuebles entre los que se encuentran varios lugares declarados Patrimonio Cultural de la Nación como el Cementerio Presbítero Maestro, la Plaza de Acho, el Hospital San Andrés, el Puericultorio Augusto Pérez Araníbar, entre otros.
Entre las personalidades que han dirigido esta institución, figuran presidentes como Manuel Pardo y Manuel Candamo, además de alcaldes como José Antonio Miró Quesada, Augusto Wiese y Rufino Torrico.
Desde el 01 de abril de 2011, la Sociedad de Beneficencia de Lima forma parte de la corporación de la Municipalidad Metropolitana de Lima.
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Alberto Soto, Columnistas, Opinión
La Sociedad de Beneficencia de Lima se creo el 12 de junio de 1834, cuando por decreto de gobierno, le encargaron los establecimientos de caridad de Lima.
Para esta misión, se contó con el aporte de familias adineradas de la época, quienes ofrecían su aporte para que se atienda a los hospitales y hospicios para pobres que quedaron bajo la administración de la institución.
Asimismo, pasaron a formar parte de su patrimonio el ramo de loterías, la Plaza de Toros de Acho y el Cementerio Presbítero Maestro, entre otros bienes.
Su trayectoria inmensa como institución benéfica permitió obtener un extenso legado patrimonial de bienes inmuebles entre los que se encuentran varios lugares declarados Patrimonio Cultural de la Nación como el Cementerio Presbítero Maestro, la Plaza de Acho, el Hospital San Andrés, el Puericultorio Augusto Pérez Araníbar, entre otros.
Entre las personalidades que han dirigido esta institución, figuran presidentes como Manuel Pardo y Manuel Candamo, además de alcaldes como José Antonio Miró Quesada, Augusto Wiese y Rufino Torrico.
Desde el 01 de abril de 2011, la Sociedad de Beneficencia de Lima forma parte de la corporación de la Municipalidad Metropolitana de Lima.
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Alberto Soto, Columnistas, Opinión
PREFACIO
Desde hace algunos años ha comenzado una nueva batalla
contra la fiesta de los toros. Diversos tipos de prohibiciones han sido
propuestos; han intentado por un lado restringir el acceso de los menores, como
en Francia o en el país Vasco, y por otro prohibir directamente las corridas de
toros, como en Cataluña. La restricción, por el momento, ha perdido, la
prohibición podría ganar un día de éstos. Esta brusca movilización antitaurina
ha tenido como consecuencia, en Francia, la creación de una organización que
aglutina a todas las asociaciones (de aficionados, de profesionales y también
de políticos) implicada en la defensa de las corridas de toros, denominada el
“Observatorio Nacional de las Culturas Taurinas”, cuya misión es la vigilancia
permanente sobre las iniciativas antitaurinas: se ha convertido en el único
interlocutor legítimo ante los poderes públicos para tratar de estas
cuestiones. En Cataluña existe la plataforma para la Promoción y Difusión de la
Fiesta, que desarrolla un trabajo análogo pero en situación de urgencia, dadas
las amenazas inmediatas que se ciernen sobre las corridas de toros en esa
comunidad. Y la Mesa del Toro, formada inicialmente sobre todo por
profesionales, es la que toma iniciativas similares en todo el estado español,
e incluso en la Comunidad Europea. Esta pequeña obra, que no tiene ningún afán
comercial ni literario, nace con el propósito de contribuir al esfuerzo
explicativo en defensa de la corrida de toros, que las mencionadas
organizaciones llevan a cabo. El único objetivo es ofrecer un resumen de los
principales argumentos a favor del mantenimiento de las corridas de toros en
las zonas donde están tradicionalmente implantadas. Muchos de los argumentos
figuraban ya, de una u otra forma, en mi filosofía de las corridas de toros,
Bellaterra, 2008, donde proponía desvelar el sentido y los valores éticos y
estéticos de la tauromaquia. Este libro fue escrito en una época en que las
Campañas abolicionistas no habían comenzado abiertamente y, por tanto, no
tenían el objetivo apologético que algunos han querido ver. Los argumentos para “defender” las corridas de toros se
encontraban pues dispersos entre propuestas más fundamentales. En el trascurso
de las numerosas discusiones trabadas
tras la aparición del libro, quedó clara la necesidad de que estos argumentos
fueran recogidos y sistematizados en una pequeña obra sintética y accesible. Es
justamente lo que hemos hecho: recatarlos y compartirlos con aportaciones
surgidas del desarrollo de esas discusiones. Esta es la única pretensión de
este texto: un arma para una batalla que creemos justa. Las corridas de toros
no son sólo un magnífico espectáculo. No son sólo disculpables sino además son defendibles
porque son moralmente buenas.
En las siguientes páginas, no hay ninguna explicación sobre la historia de la fiesta,
el desarrollo de las corridas, la técnica y la estrategia de la lidia, las
características de las diferentes ganaderías de toros, ni de las diferencias de
las escuelas taurinas y los estilos de los toreros. Todo eso se encuentra
fácilmente en excelentes obras. Tampoco se encontrará aquí uno de los más
ponentes argumentos a favor del mantenimiento de la fiesta de los toros en los
países taurinos: las razones económicas. Aunque es cierto que, en España, en
sur de Francia y en América Latina, la
fiesta taurina mantiene decenas de miles de empleos directos e indirectos y
constituye una importante fuente de ingresos para las administraciones
estatales, regionales y locales, este argumento no vale nada si las corridas de
toros fueran inmorales como, por ejemplo, lo son el tráfico de drogas o el de animales de especies protegidas.
Nos situamos en el exclusivo plano de los valores. Porque pensamos que si las
corridas de toros despareciesen de las regiones del mundo donde hoy son
lícitas, sería una gran pérdida para la
humanidad como para la animalidad.
INTRODUCCIÓN
SENSIBILIDADES
Sólo hay un argumento contra las corridas de toros y no es
verdaderamente un argumento. Se llama sensibilidad. Algunos pueden no soportar ver o (incluso imaginar) a
un animal herido o muriendo. Este sentimiento es perfectamente respetable. Y no
cabe duda de que la mayor parte de los que se oponen a las corridas de toros
son seres sensibles que sufren verdaderamente cuando imaginan al toro
sufriendo. El aficionado tiene que admitirlo: mucha gente se conmueve, e
incluso algunos se indignan con la idea de las corridas de toros. El
sentimiento de compasión es una de las características de la humanidad y una de
las fuentes de la moralidad. Pero los
adversarios de las corridas de toros tiene que saber de los aficionados
compartimos ese sentimiento. Sin duda, esto es algo difícil de creer por todos
aquéllos que piensan sinceramente que asistir a la muerte pública de un animal (lo que es un aspecto esencial
de las corridas de toros) sólo lo pueden hacer gentes crueles, sin piedad, sin
corazón. Ahí radica su irritación, su arrebato, su animadversión a las corridas
de toros. Es difícil de creer y sin embargo es absolutamente cierto: el
aficionado no experimenta ningún placer con el sufrimiento de los animales.
Ninguno soportaría hacer sufrir, o incluso ver hacer sufrir; a un gato, a un
perro, a un caballo o a cualquier otra bestia. El aficionado tiene que respetar
la sensibilidad de todos y no imponer sus gustos ni su propia sensibilidad.
Pero el anti taurino debe admitir también, a cambio, la sinceridad del
aficionado, tan humano, tan poco cruel, tan capaz de sentir piedad como él
mismo. Es difícil comprender la postura del otro pero hay que reconocer que, en
cierto sentido, el aficionado tiene las apariencias en contra. Por eso su
posición necesita una explicación.
La sensibilidad no es un argumento y sin embargo es la razón
más fuerte que se puede oponer contra las corridas de toros. El problema
consiste en saber si es suficiente: ¿la sensibilidad de unos puede bastar para
condenar la sensibilidad de otros? ¿Permite explicar el sentido de las corridas
de toros y la razón por la que son una fuente esencial de valores humanos?
¿Puede bastar para exigir su prohibición?
El autor de estas líneas garantiza que nunca ha podido
soportar el espectáculo del pez atrapado en el anzuelo del pescador de caña –
lo que efectivamente es una cuestión de
sensibilidad. Pero nunca le ha pasado por la cabeza condenar la pesca con caña
ni tampoco tratar al pobre pecador de” sádico “ y aún menos exigir a las
autoridades públicas la prohibición de su inocente ocio, que ofrece
probablemente grandes placeres a los amantes de esa actividad. (Sin embargo, se
“sabe” que perfectamente que los peces heridos “ sufren “ agonizando lentamente
en el cubo, e indudablemente más que el toro que pelea. Pues bien…. La fiesta
de los de toros suscita en los detractores más motivos de indignación y, sobre
todo muchos más fantasmas insoportables, que el eventual sufrimiento objetivo
del animal). Tenemos también algunas razones para pensar que la pesca deportiva
con caña ni tiene el mismo arraigo antropológico ni es portadora de valores
éticos y estéticos tan universales como la fiesta taurina.
Una cosa es extraer las consecuencias personales de la
propia sensibilidad (por eso, yo no voy de pesca) y otra muy distinta es hacer
de dicha sensibilidad un estándar absoluto y considerar sus propias
convicciones como el criterio de verdad. Esa es la definición de la
intolerancia.
Cada cual es libre de convertirse al vegetarianismo, o
incluso a la vida “vegana”: nadie prohíbe a nadie abrazar ese modo de vida y
las creencias que lo acompañan. Pero otra cosa es querer prohibir el consumo de carne y de pescado, incluso de
leche, de lana, de cuero, de miel y de “todo lo que proviene de la explotación de los animales”.
De igual manera una cosa es prohibirse a sí mismo ir a las plazas de toros y
otra muy distinta ¡querer prohibir el acceso a los demás!
De igual manera que el aficionado no debería hacer
proselitismo o intentar exportar la fiesta de los toros fuera de sus zonas
tradicionales, el antitaurino no debería hacer demostración de intolerancia
intentando prohibir las corridas de toros allá donde están vivas. Por lo que en
estas páginas solo pediremos al lector, sea lo que sea, dos cosas: escuchar las
sensibilidades y respetar los argumentos.
Es evidente que la mayoría de la población de los países o
regiones concernidas (España, Francia, Portugal y América Latina) no es ni
aficionada ni antitaurina. Es globalmente
indiferente y estima que hay
otras causas que defender antes que la de
la fiesta taurina (la gente tiene generalmente otras pasiones) o la del
bienestar de los toros de lidia (ya hay bastantes desgracias en la tierra). En
ese sentido, lo toros ocupan uno de los últimos lugares en la lista de las
preocupaciones de los militantes serios de la causa animal cuando los comparan
con la ganadería industrial, el tráfico industrial de animales, ciertas
condiciones de transporte y de experimentación animal… Entre los pocos que
conocen la fiesta, aunque sean superficialmente, muchos de ellos estiman que
los (supuestos) maltratos achacables a las corridas no tienen parangón con las
verdaderas urgencias y los verdaderos escándalos de la causa animal. Este no es
el lugar donde establecer la lista. Incluso algunos teóricos serios de esta
causa confiesan. Eso sí con la boca pequeña, que las corridas de toros no son
más “perjudiciales” para los toros que lo serian las carreras Hípicas para los
caballos. (Por los mismos motivos, ¿se prohibirán las carreras de caballos?
¿Que quedaría entonces del último vínculo del hombre y el caballo?)
La desgracia que en la actualidad prolifera una cierta moda
oportunista, vagamente naturalista, vagamente comprensiva, vagamente “verde”,
vagamente “victimista” y sobretodo completamente ignorante tanto de la
naturaleza animal como de la realidad de las corridas de toros. Esta coyuntura
suscita simpatía con cualquier causa animal de manera tan espontánea como
irreflexiva y por tanto despierta la antipatía inmediata contra la fiesta de
los toros. Así, para un gran número de personas, ¿no es cierto que las corridas
de toros son ese espectáculo bárbaro donde se matan en público pobres
animalitos? Entonces, para garantizar el éxito de las campañas antitaurinas,
basta con que unos cuantos militantes exaltados recurran a algunas imágenes
impactantes de la televisión, a algún eslogan (“¡tortura!”) y a alguna injuria
(“¡sádicos!”) simplistas.
En el fondo, lo más sorprendente es la pasión absolutamente
desenfrenada que suscitan las corridas de toros y que están en total
desproporción con lo que suponen. Incluso aceptando las acusaciones más graves
y más falsas de sus detractores (justamente lo que intentaremos refutar en la
páginas siguientes) se debería imparcialmente convenir que le pretendido mal
causado a los animales (durante unos pocos minutos a unas pocas bestias que han
vivido previamente de manera tranquila y libre durante cuatro años) es
incomparable con las condiciones de ”vida” (si es que podemos llamar a eso
vida) de la mayoría de animales que se crían para el consumo humano y que
apenas suscitan alguna puntual reprobación y nunca potentes movimientos de
indignación o de rechazo. ( Y no hablarnos de todos los sufrimientos,
aflicciones, penas, frustraciones, calamidades, carencias, privaciones,
miserias, desgracias de todo género que afectan a los hombres del mundo que son
normalmente de un peso infinitamente
superior al del malestar animal y que provocan impotentes propuestas
rápidamente olvidadas). En Francia los periodistas radiofónicos confiesan que
hay dos temas de los que no se pueden ocupar, a pesar de todas las precauciones
tomadas, sin recibir miles de cartas de protestas trufadas de injurias y
terribles acusaciones de “haberse vendido al lobby” adverso. Estos asuntos de
las corridas de toros y el conflicto palestino-israelí…da vergüenza este
paralelismo, ¡pero las pasiones humanas son así! Muchas razones pueden explicar
que los toros provoquen pasiones incontestablemente desproporcionadas en
relación a la “causa animal” y sobre todo en relación a las desgracias del
mundo. A continuación intentaremos
desarrollar algunas. El objeto de las más frecuentes emociones colectivas es
siempre irracional. Estas emociones entroncan antes con los males
espectaculares y quiméricos, siempre que impresionan la imaginación, que con
las grandes desgracias reales. Esto es así tanto en la causa animal como en la
causa, mucho más trascendente, de la humanidad.
Un militante honesto
de la causa animal, discípulo del filósofo utilitarista Peter Singer, autor del
best- seller Liberación animal, me dijo
un día: “el criterio esencial del bienestar animal, el único por el que
deberíamos luchar, reside en las condiciones de vida”. Y habrá que convenir
que, desde este punto de vista, las corridas de toros podrían recibir una
certificación de buena conducta de las asociaciones más exigentes de defensa de
los animales.
Se encontraran en las páginas siguientes tres tipos de
argumentos. Primero los que corresponden a las acusaciones más graves que se
formulan contra la fiesta de los toros (argumentos 1 a 18). Sin embargo, aunque
las corridas de toros no fueran esa práctica abominable que sus detractores se
imaginan o quieren hacer creer, eso no bastaría para hacer de ellas algo bueno,
bello e incluso interesante. Hay que poner en evidencia sus valores (argumentos
19 a 43). Finalmente, conviene preguntarse: las campañas animalistas contra la
fiesta taurina ¿no son potencialmente peligrosas tanto para nuestro concepto de
humanidad como para nuestro concepto de animalidad (argumentos 44 a 50).?
¿SON TORTURAS LAS CORRIDAS DE TOROS?
Calificar las corridas de toros como “torturas” se ha
convertido en un eslogan corriente para los militantes de la causa antitaurina.
Todo detractor serio de la fiesta de los toros tendrían que avergonzarse de
semejante ofensa. Salvo que se acepte traicionar el significado de las
palabras. ¿ Que es torturar? Es hacer sufrir voluntariamente a un ser
indefenso, ya sea por puro placer (cruel o sádico), ya sea para obtener algún
beneficio como contraprestación de ese sufrimiento (una confesión, una
información, etc.). Por estas cinco razones, las corridas de toros se oponen
radicalmente a la tortura.
1. Las corridas de toros no tienen como objetivo hacer
sufrir a un animal
La tortura tiene como objetivo hacer sufrir. Que las
corridas de toros impliquen la muerte del toro y consecuentemente sus heridas
forma parte innegable de su definición. Por eso no significa que el sufrimiento
del toro sea el objetivo – de hecho no más que la pesca con caña, la caza
deportiva, el consumo de langosta, el sacrificio del cordero en la fiesta
grande musulmana o en cualquier otro rito peligroso. Estas prácticas no tienen
como objetivo hacer sufrir a un animal, aunque puedan tener como efecto el
sufrimiento de un animal, aunque puedan tener ese efecto. Si se prohibieran
todas las actividades humanas que pudieran tener como efecto el sufrimiento de
un animal, habría que prohibir un importante número de ritos religiosos, de
actividades de ocio, y hasta de prácticas gastronómicas, incluyendo el consumo
normal de pescado y carne, que implica generalmente estrés, dolor e incomodidad
para las especies afectadas.
Las corridas de toros no son más torturas que la pesca con
caña. Se pescan los peces son desafío, diversión, pasión, y para comérselos.
2. Las corridas no tendrían ningún sentido sin la pelea del
toro
Torturar a un hombre, e incluso a un animal, es hacerlo
sobre un ser con las manos y los pies atados, y, en cualquier caso, privado de
la posibilidad de defenderse. Y eso, no solo no sucede en la lidia sino que
además sería contrario a su sentido, su esencia y sus valores. La palabra
corrida procede de correr: es el toro el que debe correr, atacar y por tanto
pelear. Lo que interesa a los aficionados es, primero, y para muchos sobre
todo, la pela del toro. Lo que da sentido a la lidia es la acometividad del
animal, su peculiar manera de embestir, de atacar o defenderse, es decir su
personalidad combativa. Sin la lucha del toro, su muerte y las diferentes
suertes del toreo carecerían de valor: si el toro fuera pasivo o estuviera
desarmado, la lidia no tendría ningún
sentido. De hecho, no sería una corrida sino una vulgar carnicería (y
por tanto no habría razón alguna para hacer de ella un “espectáculo”). Por
ejemplo, las reglas de la ejecución de la suerte de varas tienen como principio
director que el toro acometa al picador y vuelva a hacerlo, motu proprio. Debe
embestir una y otra vez sobre su adversario alejándose de su propio “terreno”
natural, que es el lugar donde se siente más seguro porque nada le amenaza.
Durante toda la suerte debe tener la posibilidad de “escoger” entre la huída o
la pelea, por decirlo de manera más directa, la ejecución de la suerte de varas
tiene como principio que la herida del animal sea el efecto se su instinto
combativo y la consecuencia de su propia pelea. ¡Esto justamente lo contrario
de la tortura!
3. Las corridas de toros no tendrían ningún sentido sin el
riesgo de la muerte del torero
Torturar a un hombre, e incluso a un animal, no es
únicamente hacerlo sobre un ser sin posibilidad de defenderse, es hacerlo con
total tranquilidad y sin asumir el más mínimo riesgo. ¿Somos capaces de
imaginar un torturador herido o matado por su torturado? Evidentemente, no.
Entonces el sentido, la escencia y el valor de la corrida descansan sobre dos
pilares: el primero es la lucha del toro que no debe morir sin haber podido
expresar, de la mejor manera, sus facultades ofensivas o defensivas (argumento 2);
el segundo pilar, simétrico del primero, es el compromiso del torero, el cual
no puede afrontar a su adversario sin jugarse la vida. Ninguna corrida tendría
interés sin ese permanente riesgo de muerte del torero. ¡De nuevo, esto es
justamente lo contrario de la tortura!
4. ¡Si un toro fuera torturado huiría!
La lidia no pretende torturar a un animal indefenso, sino
más bien al contrario consiste en hacer pelear a un animal naturalmente
predispuesto par la lucha (de ahí el nombre de toro de lidia, ver argumento 7).
Tenemos dos comprobaciones empíricas evidentes: si se le hiciera la prueba del
puyazo a cualquier otro animal (un buey o un lobo), huiría inmediatamente,
puesto que la fuga es la reacción inmediata de cualquier mamífero ante una
agresión. Sin embargo, el toro de lidia, lejos de huir, redobla sus acometidas.
Segunda comprobación: cuando se le hace sufrir a un toro de lidia una verdadera
“tortura” (por ejemplo, una descarga eléctrica como es el caso de algunas
vallas electrificadas), se escapa y huye. Este comportamiento es justamente el
contrario al de su reacción normal durante la pela en el ruedo.
5. Hablar de tortura ¿no es confundir al hombre con el
animal?
La tortura es una de
las más abominables prácticas del mundo. Sea cual sea su finalidad, no puede
ser nunca justificada. Llamar a cualquier cosa tortura, especialmente hacerlo
con las corridas de toros, ¿no es más bien banalizar el uso de la palabra y así
atenuar la condena sin remisión de esta innoble práctica? (Y por eso no
referirnos a todos aquellos que se rebajan a aludir al nazismo,… ¿no estaríamos
cerca de una forma de negacionismo?). Queriendo agravar el supuesto maltrato
del toro que pela, recurriendo a una palabra destinada a impactar en la
imaginación ¿no están corriendo el riesgo de hacer más benigna la verdadera
tortura? Sería tanto como decir que la insoportable e interminable tortura del
impotente prisionero político que se halla en el fondo de una celda, es lo
mismo que la pelea de un animal bravo en el ruedo. ¿No constituye esto un
auténtico insulto a todos los torturados del mundo?
EL SUFRIMIENTO DEL TORO
Sin embargo-dirían los escépticos –sigue quedando claro que el toro sufre
durante la lidia y por tanto, ¡es insoportable! No sabemos demasiadas cosas
sobre el dolor animal, que sin duda existe, hecho que no implica que podamos
compararlo con el sufrimiento humano, ya que en el animal es instantáneo y no
va acompañando de la conciencia reflexiva que aumenta el desamparo. Tampoco
podemos olvidar que, en el mundo animal, el dolor tiene esencialmente un valor
positivo y un sentido utilitario: poner en marcha la reacción adaptada, que
consiste generalmente en evitarlo o rehuirlo. ¿Qué es lo que podemos saber del
sufrimiento del toro durante la lidia?
6. El estrés del toro
Para un hombre del siglo XXI, el dolor es el peor de todos
los males pues le deja completamente impotente. Para ciertos animales, algunos
males son peores que el dolor; por ejemplo, el estrés que experimentan cuando
se encuentran en una situación insoportable o un entorno inadaptado a su
organismo. Los estudios experimentales del profesor Illera del Portal, Director
del Departamento de Fisiología Animal de la facultad de Veterinaria de la
Universidad Complutense de Madrid, han demostrado (a través de la medida de la
cantidad de cortisol producida por el organismo) que el toro de lidia sufre
más estrés durante su transporte o en el
momento de salir al ruedo que en el transcurso de la lidia; y que incluso el
estrés disminuye en el curso de la pelea. Es lo que ya sabían – a su manera los
ganaderos y lo que conforma el simple sentido común. Para una animal como el
toro de lidia, habituado a vivir en libertad en grandes espacios y
responder a las amenazas de su
territorio con el ataque sistemático, la contención es mucho más difícil de
soportar que la lucha. En el ruedo, el toro reencuentra su familiar propensión
a la defensa del territorio en contra del intruso.
7. La adaptación fisiológica del toro a la lidia
El toro de lidia (Bos taurus ibericus) no es para nada un
apacible rumiante. Es una muy especial variedad de bovino, lejano descendiente
del uro, que vivió más o menos en estado salvaje hasta el siglo XVIII y que
estaba dotado de un instinto de defensa de su territorio muy desarrollado, una
forma de “fiereza”. El auge de las corridas de toros permitió la creación de
grandes ganaderías en las que los toros eran y son criados en condiciones de
libertad para preservar esa acometividad natural, a la cual se le añadió un
proceso selectivo en función de la aptitud de cada ejemplar para la lidia.
Estas dos condiciones, la natural y la humana, crearon un animal original, una
especie de atleta al ruedo, dotado de bravura, es decir de una capacidad
ofensiva para el ataque sistemático contra todo lo que pueda presentarse como
una amenaza, y muy especialmente la intromisión en su territorio. Esta
agresividad se observa desde el nacimiento: basta con ver un becerro recién
nacido dando cornadas (imaginarias, claro) al hombre que se le acerca. Se
manifiesta también entre los propios
toros (las peleas por la jerarquía son frecuentes) e innegablemente contra el
hombre, que no debe normalmente acercarse a ellos, sobre todo si están solos o
aislados. Por eso no sorprende que los
estudios de laboratorios del ya citado Juan Carlos Illera del Portal
hayan demostrado que este animal, particularmente adaptado para a la lidia,
tenga reacciones hormonales únicas en el mundo animal ante el “dolor” ( que le
permiten anestesiarlo casi en el mismo momento en que se produce), especialmente
debido a la segregación de una cantidad de beta- endorfinas (opiáceo endógeno
que es la hormona encargada de bloquear los receptores del dolor), sobre todo,
cuando se produce en el transcurso de la lidia. Otro descubrimiento que
demuestra la singularidad del toro de lidia en relación a las demás “razas” de bovinos es la talla
del hipotálamo (parte del cerebro que sintetiza las neurohormonas que se
encargan especialmente de la regulación de las funciones de estrés y de
defensa) que es un 20% mayor que el de los demás bovinos- dato que es
considerable. Todo esto no hace sino explicar las causas fisiológicas de un
comportamiento que cualquier ganadero de toros de lidia o cualquier aficionado
conoce (pero que ignoran todos los profanos) y que hace posible la lidia: el
toro bravo, en lugar de sentir el “dolor” como un sufrimiento, lo siente como
un estimulante para la lucha. Se transforma inmediatamente en una excitación
agresivo.
8. Dolor y lidia
Ya hemos dicho (ver argumento 4) que, al contrario de los demás
animales, el toro de lidia no reacciona a las heridas huyendo sino atacando. Es
el único animal que, herido por los puyazos, vuelve a la carga para atacar al
picador en lugar de huir de él (siendo la fuga la respuesta normal,
naturalmente adaptada, al dolor). Sin embargo, esta reacción es perfectamente natural en un animal
genéticamente predispuesto para el combate. Sabemos que en el ser humano sucede
algo parecido. Miles de testimonios de soldados heridos lo confirman. Ellos
explican no haber notado nada, o casi nada, de las graves heridas a causa del
fragor del combate. Esto mismo le ocurre a algunos toreros cuando reciben una
cornada, que comienzan a sufrir después de acabada la lidia, y que no deja de
combatir, mientras le reste un hilo de vida!
9. “¡pero el toro no quiere luchar!”
A veces se contesta a los argumentos procedentes con tal
sentencia: “el hombre (el torero) lucha si quiere, elige arriesgar su vida; el
animal, por el contrario, no elige el combate sino que está condenado a la
lucha y a la muerte”. Respondo: es cierto. ¡Pero es que los animales en general
no “eligen” conscientemente una u otra conducta! Es decir, no se marcan un
objetivo en su mente al que intentarían llegar por tal o cual medio requerido.
Muy al contrario actúan de manera conforme a su naturaleza individual o a la de
su especie. De esta forma, un toro que acomete, que ve en cualquier intruso un
adversario que debe expulsar y que ataca a un hombre “que no le ha hecho nada
malo”, no actúa por “elección“ o por voluntad consciente y clara, sino que su
comportamiento obedece a su naturaleza, a su carácter, a la “bravura” que está
en él. ¡Sin lugar a dudas, el toro no quiere luchar, pero no es que sea
contrario a su naturaleza el luchar (¡ bien al contrario!) sino porque lo que
es contrario a su naturaleza es el querer!.
10. “pero la lucha es desigual: el toro siempre muere”
Ante esta aseveración, respondo: la lidia es una lucha con
armas iguales, la astucia contra la fuerza, como David contra Goliat. Es
también una lucha con suertes desiguales puesto que ilustra la superioridad de
la inteligencia humana sobre la fuerza bruta del toro. Pero, entonces, ¿Qué
pretenden? ¿Qué las posibilidades del hombre y del animal fuesen iguales, como
en los juegos del circo? Pero, si muriera unas veces uno y otras veces otro
¿sería más justa la lidia? ¡En absoluto! Sería en todo caso, más bárbara. La
corrida de toros no es una competición deportiva en la que el resultado habría
de quedar imprevisible. Es una ceremonia en la que el final se conoce de
antemano: el animal debe morir, el hombre no debe morir (aunque puede suceder,
que un torero muriera de manera accidental, y que un toro, de manera
excepcional sea indultado por su bravura). Esta es la moral de la lidia.
Pero que sea desigual no significa que sea desleal.
Justamente la demostración de la superioridad de las armas del hombre sobre las
del animal sólo tiene sentido si dichas armas (el trapío, los pitones, la
fuerza) son potentes y no han sido mermadas artificialmente. Esta es la ética
taurómaca: una lucha desigual pero leal.
LA MUERTE DEL TORO
Cuando los argumentos que giran alrededor del dolor del toro
comienzan a agotarse, el detractor de Ia fiesta escoge el nervio central de la
lidia: la muerte. Preguntan: ¿Por qué matar al toro? ¿Tenemos derecho a
hacerlo? ¿Es necesario? Esta protesta sincera contra la muerte del toro se
formula de manera confusa. No se sabe bien lo que se condena: ¿eI acto de matar
un animal? ¿EI hecho de matarlo para algo diferente de comérselo (como si el
toro no nos lo comiéramos, y como si comer fuera la finalidad más elevada y la
más defendible)? ¿O el hecho de matarlo en público? Habitualmente es este
último punto el que genera el mayor malestar, en la imaginación de la gente. No
el acto en sí, sino su publicidad. Estamos rozando lo irracional. Nos damos
cuenta de que, tras la "defensa del animal", se disimula un malestar
ante la visibilidad de la muerte. "¿No valdría más ocultarla?"
11. ¿Tenemos derecho a matar animales?
El respeto absoluto de la vida humana es uno de los
fundamentos de la civilización. No sucede lo mismo con la idea de respeto
absoluto hacia la vida en general. De hecho sería contradictorio con la idea
misma de vida: la vida se alimenta sin cesar de la vida. Un animal es un ser
que se alimenta de sustancias vivas, sean vegetales o animales. Proclamar por tanto que todos los
seres vivos tienen derecho a la vida es un absurdo ya que, por definición, un
animal sólo puede vivir en detrimento de lo viviente. Los animales se matan
entre ellos para cubrir sus necesidades, y no exclusivamente nutritivas
(contrariamente a lo que comúnmente se cree), a veces lo hacen por agresividad,
por juego, o por instinto de caza (como
en los casos del gato, el zorro, o de la orca) ... De la misma forma, los
hombres siempre han matado animales: bien, porque tenían la necesidad de
hacerlo para deshacerse de bestias dañinas (portadoras de enfermedades o causantes de plagas), bien, para satisfacer
sus necesidades, nutritivas o de cualquier otro tipo: cuero, lana, etc.; bien,
por razones culturales o simbólicas (sacrificios religiosos, demostraciones
cinegéticas, juegos agonísticos). Pero lo propio del hombre, que Ie diferencia
de "los demás animales", es lo siguiente: cuando mata un animal
respetado (y no una bestia dañina de la que tiene la obligación de deshacerse),
el acto de darle muerte va generalmente acompañado en las sociedades
tradicionales o rurales) de un ritual festivo o de una ceremonia expiatoria.
Hay una excepción a esta regla: la muerte mecanizada, estandarizada e
industrializada de los mataderos. Ésta es fría, silenciosa, ocultada y por
decirlo de alguna forma vergonzosa, que es lo que caracteriza a nuestras
sociedades urbanas. La corrida de toros satisface al mismo tiempo las
necesidades físicas (el toro es comestible) y simbólicas (las corridas de
toros son un combate estilizado y una ceremonia sacrificial). Y, al contrario
del matadero industrial, siempre van acompañadas de todas las marcas de respeto
tradicional hacia el animal: ritual regulado precediendo al acto y recogido
silencio en el momento de la muerte. La pregunta del "derecho a matar'''
animales se plantea por tanto mucho más en el caso del matadero industrial que
en el de la muerte del toro en el ruedo.
12. ¿Por qué matar a los toros?
La muerte del toro es el fin necesario de la corrida.
Podríamos enumuerar razones utilitaristas. El toro está destinado al consumo
humano y en ningún caso puede volver a servir para otra corrida, porque en el
transcurso de la lidia ha aprendido demasiado, se ha convertido en
"intoreable". Pero esto no es lo esencial. Las verdaderas razones son
simbólicas, éticas y estéticas. Simbólicamente, una corrida es el relato de la
lucha heroica y de Ia derrota trágica del animal: ha vivido, ha Iuchado, y
tiene que morir. Éticamente, el momento de la muerte es el "instante de la
verdad", el acto mas arriesgado para el hombre, en el que se tira entre
los cuernos intentando esquivar la cornada gracias al dominio técnico que ha
adquirido sobre su adversario en el desarrollo de la lidia. Estéticamente, la
estocada es el gesto que finaliza el acto y hace nacer la obra, la estocada
bien ejecutada, en todo lo alto y de efecto inmediato confiere a la faena la
unidad, la totalidad y la perfección de una obra.
Estas tres razones son las que dan sentido a las corridas de
toros.
13. Pero al menos ¿se podría no matar al toro en público,
tal como prescribe la ley portuguesa?
Hemos recorclado mas arriba las razones esenciales
(simbólicas, estéticas y éticas) de la muerte pública, fin necesario de la
ceremonia sacrificial. Por otra parte es un error creer que una muerte
"ocultada" sería "rnenos cruel" para el animal. Es más bien
lo contrario. Un toro que sale vivo del ruedo tendrá que esperar largas horas
antes de ser llevado al matadero donde será abatido por el carnicero. Dejar al
animal malherido y confinado en un espacio reducido sin opción a la lucha, sí
que sería un auténtico calvario para él (ver argumento [8]). La única
beneficiada de esta solución sería la hipocresía: lo que no se ve no existe.
("Tapemos la sangre y la muerte, lo esencial es que no se vean!")
14. Todas las tauromaquias implican el respeto al toro
La corrida de toros es una de las formas de tauromaquia.
Existen cientos, de las que perviven unas cuantas decenas. En todas las
sociedades donde han vivido toros bravos ha existido alguna forma de tauromaquia,
ora deporte, ora rito (en ocasiones ambos a la vez), ora caza solitaria, ora
espectáculo de una lucha, ora gratuito desafío del hombre al animal, ora
sacrificio ofrecido por los hombres a los dioses. El punto común de todas las
tauromaquias es que ellas denotan la fascinación y la admiración que ejercen,
en todo tipo de culturas, el toro y su poder, sea real o simbólico. El toro se
transforma en el único adversario que el hombre encuentra digno de el. Es el
animal con el que se puede medir con orgullo y que por consiguiente lo afronta
con la lealtad que se debe a un adversario a su medida. ¿Podríamnos demostrar
nuestro propio poder ante un adversario al que despreciásemos y maltratásemos?
En todas las tauromaquias, al animal se Ie combate con respeto y no se Ie abate
como a un bicho dañino, ni se Ie mata de cualquier manera como a una simple
máquina de producción cárnica.
15. La norma taurórnaca consiste en afirmar que no se puede
matar al animal sin arriesgar la propia vida
Prueba fehaciente del respeto hacia el toro es que en la
corrida sólo se puede dar muerte al toro poniendo el torero en peligro su
propia vida.
El deber de arriesgar la propia vida es el precio que uno
tiene que pagar para tener el derecho de matar al animal. Lo que hace posible
la necesidad de la muerte del toro (ver argumento [10]) es la posibilidad
siempre necesaria de la muerte del torero. La mayoría de normas que ilustran la
ética taurómaca se inspiran en esta norma esencial: engañar al toro para no
resultar cogido pero exponiendo siempre el cuerpo al riesgo de la cornada.
A Ia inversa, si se vence sin peligro se triunfa sin gloria.
16. EI toro no es abatido, tal como lo atestigua el ritual
taurómaco
La corrida de toros no sería nada sin su ritual. Desde el
paseíllo inicial hasta las mulillas que arrastran el cadáver del toro, todos
los actos, todos los gestos, todas las actitudes de los actores intervinientes
estan ritualizados y tienen su sentido. El ritual porta dos finalidades.
Proteger simbólicamente los actos de un hombre que arriesga su vida de
cualquier accidente imprevisible, al rodearlos de una tranquilizadora barrera
repetitiva. Envolver con un ritual festivo y trágico a la vez los momentos en
los que se juega la vida de un animal respetado (ver argumento 11) y por lo
tanto singularizado. Al toro se Ie distingue como un ser vivo individualizado,
que cuenta con un nombre propio conocido por todos y con una procedencia
genealógica sabida por Ios aficionados, y al que muchas veces se Ie aplaude por
su belleza, se Ie ovaciona por su combatividad, e incIuso se Ie aclama como a
un héroe.
¿AIguien hablaba de desprecio o de crueldad? Habría que
hablar de admiración (ver argumento 26)
17. El toro no es abatido, se le respeta en su propia naturaleza.
El toro de lidia es un animal bravo, lo que significa que es
por naturaleza desconfiado, taciturno y agresivo. Esta natural combatividad no
tiene nada que ver con la del depredador azuzado por el hombre, puesto que el
toro es un herbívoro, ni tampoco está vinculada con un instinto sexual, pues se
manifiesta también ante individuos de otras especies. Para un animal como éste,
una vida conforme a su naturaleza "salvaje", rebelde, indómita,
indóciI, insumisa, tiene que ser una vida libre - por tanto la mejor posible. Y
así, una muerte conforme a su naturaleza de animal bravo tiene que ser una
muerte en lucha contra aquel que cuestiona su propia libertad, es decir, contra
aquel ser vivo que Ie disputa en su terreno su supremacía. Éste es el drama que
se muestra en el redondel: el toro libra su último combate para defender su
Jibertad. ¿Sería más conforme a su bravura y a la propia naturaleza del toro
vivir esclavizado por el hombre y morir en el matadero como un buey de carne?
18. La mejor de las suertes?
Es debido a un proceso de identificación por lo que el
animalisla solo es capaz de imaginar al toro como chivo expiatorio del hombre.
Tambien dicho proceso hace que algunos lo vean como víctima y no como
combatiente. Así, puestos a identificarse con el toro propongamos a esos
animalistas que se identifiquen con otras especies bovinas y pidamosles que
elijan cual es la mejor de las suertes: la del buey de tiro, la del ternero de
carne (criado normalmente "en batería" y muerto a corta edad) o la del
toro de lidia: cuatro años de vida libre a cambio de quince minutos de muerte
luchando. Entonces la pregunta seria: "¿con quién quiere usted
identificarse?"
LOS TOROS Y EL MEDIO AMBIENTE
Igual que la ópera, el flamenco o el futbol, los toros no
son ni de derechas ni de izquierdas. Sin embargo, algunos partidos deberían
reconocer en la fiesta de los toros sus propios valores: me refiero a los
partidos "verdes" o ecologistas. Lo decepcionante es que normalmente
están impregnados de una ideología "animalista" nada ecologista, y
entre sus militantes hay pocos que conozcan la realidad de la vida del toro en
el campo y Ia de su muerte en el ruedo.
Se confunde "animalismo" con ecología. Y sin
embargo, lo uno es lo opuesto de lo otro. Ocurre que numerosos ecologistas
"olvidan" sus propios valores para abrazar los valores animalistas,
que son contrarios. Defender el equilibrio de las especies y la conservación
de los ecosistemas no tiene nada que ver con el hecho de ocuparse de Ia muerte
de cada animal considerado individualmente y aún menos con el
"sufrimiento" individual de todos los animales que pueblan los
oceanos, las montañas y los bosques del mundo. No se puede al mismo tiempo
salvar a la especie "Ieopardo" y preocuparse por el sufrimiento de
Ias gacelas. No se puede al mismo tiempo salvar a la especie "oveja"
y preocuparse por la suerte individual de los Iobos hambrientos (la afirmación
inversa también es cierta). No se puede alimentar a Ias palomas (por
sentimiento animalista) y preocuparse por sus plagas (por razones
ecologistas). Hay que elegir: la ecologia o el animalismo. La fiesta de los
toros esta radicalmente en el bando de la ecoIogía.
Por Ias cuatro siguientes razones.
19. Una de las últimas formas de ganadería extensiva en
Europa
Defender la fiesta de los toros es apostar por una de las
últimas formas de ganadería extensiva que existen en Europa, en la que cada
animal dispone de una extension de 1 a 3 hectáreas de terreno. ¿Puede alguien
mejorar esa realidad tratandose de animales domésticos? Si se suprimen las
corridas de toros muchas de esas tierras hoy destinadas al toro de lidia se
entregarían al uso de la agricultura intensiva o industrial. No deja de ser
curiosa la inversion de valores: en la época de la mercantilización de lo
viviente, de la cría de bovinos en auténticas fábricas de filetes, de la
producción en cadena de pescados estandarizados, algunos se indignan por las
condiciones de vida y de muerte de los toros de lidia.
20. Un ecosistema
único
Esta ganadería extensiva, preservada de la mecanización
indiscriminada gracias al amor por el toro y a la abnegación personal de
algunos ganaderos (que a buen seguro tendrían mucho más interés econórnico en
"fabricar carne" en ganadería intensiva) sólo se puede hacer en unos
espacios y unos pastos únicos: la dehesa en España (de Salamanca a Andalucía),
en Portugal (en el Ribatejo), y en Francia (en la Camarga). Gracias a la
presencia del toro de lidia, estos espacios son auténticas reservas ecológicas
de incomparable riqueza de flora y dc fauna (jabalí, lince, buitre, cigueña,
etc.) similar a la de los grandes parques naturales protegidos. (En el caso de
La Camarga nos podemos referir, por ejemplo, a los trabajos del equipo de
Bernard Picon y en especial a su libro "El espacio y el tiempo en La
Camarga"). Esto lo saben bien los ecólogos, que no deben ser confundidos
con algunos teóricos de la "ecología política".
21. Defensa de la biodiversidad
Un verdadero ecologista defiende la biodiversidad y lucha
contra la desaparición de las especies. Los animalistas que hoy batallan por la
prohibición de la fiesta de los toros luchan, mluchas veces sin ser conscientes
de ello, por Ia desaparición de los toros de lidia (Bas taurus ibericus). Esta
variedad única de toro salvaje preservada en Europa clesde el siglo XVIII
gracias a las grandes ganaderías estaría condenada al matadero si se
suprimieran Ias corridas de toros. Con lo cual, para salvar la especie (o la
variedad) es necesario "sacrificar" algunos toros en el ruedo. El animalista
querría "salvar'' a esos ejemplares del destino que les espera. Pero ¿cómo
sería eso posible sin condenarlos, a ellos y a todos los demás, al matadero?
¿Qué haríamos con todas esas vacas, erales, becerros que hoy viven
exclusivamente para posibilitar que unos cuantos toros adultos sean lidiados en
el ruedo? En efecto, es necesario contar con una ganadería de unas trescientas
cabezas de ganado para "producir" anualmente tres corridas de seis
toros adultos, (cuatro años). (A esto, el antitaurino generalmente contesta que
no siendo el toro de lidia, en la estricta acepción biológica del término, una
especie sino solo una "variedad' su patrimonio genético no tendría que ser
protegido: pero ¿podríamos deshacernos de los perros con el pretexto de que
tenemos lobos, o viceversa?)
Supongams que, aguijoneado por estos argumentos, el
animalista insista en su empeño de pretenderse "ecologista" y vuelva
a las conside raciones morales sobre la necesidad de reducir el
"sufrimiento" animal. Preguntémosle entonces: ¿disminuiría
verdaderamente el sufrimiento animal si se suprimiesen las corridas de toros?
(Claro, si suprimimos todos los individuos de una determinada población, de un
plumazo suprimiremos sus "sufrimientos". Pero a nadie se Ie escapa
que esto es un sofism). Pero, sigamos con ese razonamiento
"utilitarista": ¿qué pasaría con todas esas vidas libres (y por tanto
"mejores" que las de la mayor parte del resto de animales que viven
bajo la dominación del hombre) de esos centenares de miles de bestias (sementales,
vacas, utreros, añojos, becerros) que disfrutan actualmente de una vida
conforme a su naturaleza y que no mueren en el ruedo? (De unos 200.000
animales que viven actualmente en las ganaderías destinadas a la lidia, sólo el
6% muere en el ruedo). ¿Cómo contabilizar la pérdida de su existencia y de
calidad de vida si se suprimieran las corridas de toros? Vayamos más lejos y
volvamoa a los doce mil toros que mueren cada año en los ruedos: ¿estams
seguros de que disminuiríams sus sufrimientos privándoles de una buena vida si
se suprimieran las corridas de toros? Y finalmente ¿estamos seguros de que
disminuiríamos los sufrimientos de los toros destinados a la corrida si se les
privase de la corrida? (ver argumento 18)
22. Respeto de la naturaleza del animal
Una última consideración ecologista: el toro de lidia es el
único animal criado por el hombre que vive y muere conforme a su naturaleza
(ver argumento 17). Esto no es fruto del
azar, sino la consecuencia misma del sentido de la corrida ya que ésta exige la
bravura del toro. Es un caso (único de ganadería que debe respetar
necesariamente las exigencias de la vida salvaje del animal (territorio,
alimentación, coexistencia de las crías con sus progenitores, etc.)
precisamente porque hay que preservar lo más intacto posible el instinto
natural de agresividad, defensa del territorio y desconfianza ante cualquier
intruso, especialmente ante el hombre. El toro de lidia es el único animal
doméstico que sólo puede servir a los fines humanos para los que ha sido criado
a condición de no ser domésticado. De ahí que deba ser criado de la manera más
"natural" posible; en caso contrario, su lidia sería imposible y la
corrida de toros perdería todo su sentido.
Por definición la corrida de toros es la práctica humana que
debe respetar más y mejor las condiciones naturales de la vida de los animales
que viven bajo la dominación humana.
23. Humanidad y animalidad
Los animalistas defienden que como "todos somos
animales", deberíamos dispensar el mismo trato a los animales que a los
hombres. Se equivocan. Es justamente porque el hombre no es un animal como los
demás por lo que tiene deberes hacia ellos y no al contrario. Estos deberes no
pueden, en ningún caso, confundirse con los deberes universales de asistencia,
reciprocidad y justicia que tenemos para con los otros hombres en tanto que
personas. Sin embargo, está claro que tenemos deberes hacia algunos animales.
A priori hay tres formas de relacionarse con los animales. A los animales de
compañía, les damos afecto a cambio del que ellos nos ofrecen: por eso, es
inmoral traicionar esa relacion, por ejemplo abandonando a un perro en el área
de servicio de una autopista. A los animales domésticos, les proporcionamos
ciertas condiciones de vida, a cambio de su carne, leche o cuero ... ; por eso,
es inmoral considerarlos como meros objetos de producción sin vida, como sucede
en las formas más mecanizadas de la ganadería industrial; pero no es inmoral
matarlos, puesto que con esa finalidad han sido criados (argumento 22). Y, respecto de los animales salvajes,
con los que no nos liga ninguna relación individualizada, ni afectiva ni vital,
sino solamente una vinculación con la especie, es moral, respetando los
ecosistemas y eventualrnente la biodiversidad, luchar contra las especies
perjudiciales o proteger ciertas especies arnenazadas.
Ahora bien, ¿qué ocurre con los toros bravos -que no son
animales propiamente domésticos ni verdaderamente salvajes? ¿Qué deberes
tenernos para con ellos? Yo respondo: preservar su naturaleza brava, criarlos
respetando esa naturaleza, y matarlos (puesto que solo viven para eso) conforme
a su fiereza natural (ver argumentos 14 a 16).
LA CORRIDA COMO ESPECTÁCULO
Qué es lo insoportable a los ojos, o mejor dicho a la
imaginación, de un adversario de la fiesta de Ios toros? ¿Lo que acontece, o el
hecho de que se enseña? ¿Los hechos en sí, o su presentación como espectáculo?
Ese adversario estaría casi dispuesto a admitir que, al fin y al cabo, y
comparándolo con las desgracias del mundo, lo que sucede en el ruedo (la muerte
del toro en unos pocos minutos) es asumible y no merecería el desenfreno de su
indignación. Lo que verdaderamente no soporta es que otros puedan acudir a la
plaza a ver lo que él se imagina. En su imaginación, sólo hay sangre y muerte.
Ve exclusivamente eso. Y Ie es totalmente imposible imaginar, y aún menos
comprender, que los espectadores sean como él, o sea que a ellos tampoco les
guste la violencia, la sangre y la muerte. No es eso lo que van aver. Entonces,
¿qué?
24. "¿ No es un espectáculo cruel y bárbaro?"
Entre las representaciones que se hacen los adversarios de
la fiesta de los toros, una de las más comunes consiste en considerarla como un
espectáculo cruel y bárbaro. No niego que es un espectáculo singular y
violento, aungue esta violencia está sublimada y ritualizacla, como en otras
formas artísticas. Pero no admito que sea un espectáculo bárbaro: nació en el
siglo de las Luces como una ilustración del poder del hombre y de la
civilización sobre la naturaleza bruta (ver argumento 29). La verdadera barbarie,
¿no consistiría en poner en el mismo plano la vida del hombre y la vida del
animal, "considerando por tanto al hombre como una bestia"? Tampoco
admito que sea un espectáculo cruel, puesto que la crueldad supone el placer
que se obtiene con el sufrimiento de una víctima (ver argumento 1). Por
supuesto, el aficionado también es sensible al drama del toro (el antitaurino
no tiene el monopolio de la sensibilidad y de los buenos sentimientos) pero no
ve en él una víctima de malos tratos sino un peligroso combatiente, muchas
veces heroico, por más que resulte casi siempre vencido. La auténtica crueldad,
¿no es la de aquellos antitaurinos que afirman desear la cornada y la muerte
del torero? Esto supone, una vez más, colocar al hombre y al animal en el mismo
plano.
25. "¿No son perversos los placeres de los
espectadares?"
Una de más habituales e injustas de las injurias que los
antitaurinos regalan a los aficionados, consiste en tratarlos como
"perversos", "sádicos", etc. Es absurdo. Nadie conoce a
ningún aficionado que disfrute con el sufrimiento del toro. De hecho es difícil
encontrar alguno que sea capaz de pegar a su perro, e incluso de hacer daño de
manera voluntaria a un gato o a un conejo. Y para todos aquéllos que imaginan a
los aficionados como una casta particular de humanos sin corazón ni humanidad,
sólo me permito recordarles el nombre de todos los artistas, poetas, pintores,
que, con independencia de su procedencia y de sus convicciones, son al menos
tan sensibles a la vida y al sufrimiento como todos los demás hombres, y en
modo alguno carecen de moralidad o humanidad. ¿Cabría pensar que Mérimee,
Lorca, Bergamín, Picasso, etc. (ver argumento 30) han sielo psicópatas y
perversos sedientos de sangre? ¿Se podría pensar que hayan mentido hasta ese punto
sobre lo que veían? ¿Habrían sido capaces de traicionar hasta ese punto lo que
experimentaban en el fondo de su sensibilidad y expresaban con su arte? ¿Sería
posible que un profano, que jamás ha visto una corrida de toros, sepa más que
ellos sobre lo que realmente es? Y sobre todo, ¿cómo puede saber lo que esos
mismos artistas han sentido al verlas?
26. La mayor emoción en la plaza: la admiración
¿Cuál es la principal y más grande emoción que un aficionado
siente, como otros muchos espectadores ocasionales, en una plaza de toros? No
es un gozo perverso o maligno, sino una emoción inmediata, tan como como
intelectuaI, que se llama admiración. Admiración antes que nada hacia la
bravura del toro: por su poder, por su incesante combatividad, a pesar de las
heridas y por sus repetidas acometidas, a pesar de sus fracasos. Y admiración
también hacia el valor del hombre, por su audacia, su coraje, su sangre fría,
su calma, y su inteligencia en relación con el adversario. !Sí! Vamos a la
plaza, por encima de todo, a admirar. Es el más sano y más delicioso de los
placeres.
27. "La corrida de foros genera violencia"
Es una idea simplista. Baja el pretexto de la existencia de
violencia en la lidia, se generaría violencia automáticamente. Insisto: se
trata de una violencia estilizada y ritualizada, es decir, sublimada y
canalizada y por tanto no de una violencia caótica, absurda, desenfrenada, sin
fe ni ley ... , con la que a veces la realidad (o su representación) nos
confronta. Por eso no se ha visto nunca a ningún espectador que se haya vuelto
violento o agresivo hacia los hombres o los animales después de haber visto una
(o cien) corrida(s). Rara vez se han registrado actos de violencia cometidos
por los espectadores durante o después de una corrida. EI fútbol es seguramente
un deporte menos violento que el rugby, pero todo el mundo sabe que Ia
violencia en los estadios de fútbol es mucho más habitual y desenfrenada que la
que se produce en los estadios de rugby -y por supuesto superior a la de las
plazas de toros. El público que asiste a una corrida es a menudo gente
cultivada y educada, que rnanifiesta de manera rnuy pacífica sus emociones, e
incluso las más fuertes e indignadas, cuando el espectáculo no corresponde a
sus expectativas.
En realidad, si hubiera que considerar la fiesta de los
toros como una "escueIa" de algo, ésta sería la del respeto: por el
rito y su sentido; por la animalidad y la manera como se expresa; y por Ia
humanidad que triunfa y la mlanera como lo consigue.
28. "¿Son las corridas de toros un espectáculo
traumatizante para los niños?"
Cualquier cosa puede tramatizar a un niño. Especialmente Ia
violencia muda, ciega y absurda, a la que no se Ie puede dar ningún sentido ni
razón. Lo que puede contribuir al trauma es el silencio. Un niño puede soportar
o no el espectáculo de la corrida de toros ni más ni menos que un adulto. EI
niño puede aprender y comprender, igual que lo puede hacer un adulto. Puede
rápidamente percibir la diferencia entre el hombre y el animal, y sobre todo,
entre el animal admirado y temido como el toro, y el animal afectuoso y querido
como su perro o su gato. Y la corrida de toros puede ser la ocasión para que
los padres den explicaciones sobre los signos del ritual (hecho al que los
niños son especialmente sensibles), dialoguen con ellos sobre la vida y la
muerte, y también ofrezcan las explicaciones pertinentes sobre el
comportamiento animal y el arte humano. La corrida de toros, por sí misma, no
es ni "traumatizante" ni "educativa". Lo que puede
contribuir a traumatizar a los niños es el miedo de los padres a
traumatizarlos. Al contrario, es el deseo de los padres de compartir sus
alegrías y hacer comprender a los niños un espectáculo tan singular, lo que
puede resultar educativo.
LA FIESTA DE LOS TOROS EN LA CULTURA Y EN LA HISTORIA
Hasta el momento nos hemos situado en territorio adverso.
Hemos respondido a los ataques de los que afirman que no les gusta la fiesta de
los toros que están en su derecho -y de Ios que, a veces sin saber nada del
asunto, pretenden prohibirla o limitar el acceso a Ios demás -ya no están en su
derecho. Hemos dicho, por tanto, todo lo que la fiesta de Ios toros no es. Aún
no hemos empezado a decir lo que es. No se trata de un fenómeno sin raíces
históricas y geográficas. Está integrada en una cultura, lo que no quiere decir
que se reduzca a ella. Es creadora de una diversidad de culturas particulares,
lo que no significa que no sea en todos los casos portadora de los mismos
valores. Es también inspiradora de "alta cultura", lo que no
significa que esté desconectada de la cultura popular.
29. "¿Es arcaica Ia fiesta de Ios toros?"
A este respecto, los prejuicios abundan a uno y a otro lado
de la barrera que separa a los aficionados de los antitaurinos. Para estos, la
fiesta de los toros es arcaica, remontandose a una especie de edad barbara de
la humanidad. Para aquellos, la fiesta de los toros es arcaica, encontrando su
legitimidad en las más antiguas y respetables fuentes. Estas dos utilizaciones
de la antiguedad son igualmente ideologicas. En reaJidad la corrida es una
inveción moderna. El toreo a pie no va más allá del siglo XVIII; se codifica
progresivamente a principios del siglo XIX y, tal cual lo conocemos hoy, no
tiene más de un siglo y medio de existencia. Es más o menos la época en la que
llega a las regiones francesas de Aquitania, Camarga y Provenza, que conocían
los juegos taurinos desde hacía mucho tiempo. La historia se opone al
prejuicio. Se cree que Ia muerte pública del toro es lo que es arcaico y que el
aspecto lúdico de las tauromaquias populares es reciente (conforme al actual
prejuicio según el cual el proceso de "civilización" supone la
progresiva depuración de la muerte). Sin embargo, lo cierto es justamante lo
contrario: en toda la cuenca mediterránea siempre hubo diversos juegos
populares con el toro La codificación de la popular corrida de toros con muerte
pública es reciente - como puede comprobarse con un argumento económico: criar
toros "salvajes", que sólo pueden ser empleados una vez, presupone un
elevado grado de desarrollo económico.
En compensación, lo que está demostrado son los tres hechos
siguientes.
La corrida de toros no ha dejado de desarrollarse en España
a lo largo de todo el siglo XX y está más viva que nunca. Como nos recuerda
Pedro Cordoba en su excelente libro La corrida (Colección "Idées
recues", editorial "Le cavalier bleu", Paris, 2009), en 2008 se
celebraron en España aproximadamente novecientas corridas de toros formales;
cuatro veces más que un siglo antes; y también (contrariamente a un prejuicio
con mucha aceptación) cuatro veces más que en 1950.
En Francia, la "corrida" no ha dejado de
desarrollarse desde su introducción (hacia la mitad del siglo XIX), y ha
conocido un auténtico boom especialmente en estos últimos veinticinco años. A
modo de ejemplo, en el último cuarto de siglo, la asistencia a la plaza de
Nimes se ha duplicado prácticamente, pasando de unos 70.000 espectadores por
año a comienzos de los ochenta a unos 133.000 en el 2007. Lo mismo ha ocurrido
en el mundo ganadero: la primera ganadería se fundó en 1859 (H. Yonnet) y
durante mucho tiempo fue la única; en la actualidad, Francia cuenta con 42
ganaderías, distribuidas por el sureste del país (especialmente en La Camarga)
y algunas en el suroeste. La gran mayoría fue fundada a partir de 1980.
Lo que por otro lado nutre la idea de arcaísmo es el hecho
de que la corrida de toros se ha convertido en uno de los pocos acontecimientos
en el que se perpetúan actos que, hace poco, eran habituales y formaban parte
de la vida cotidiana. Cualquier forma de ritualización ha desaparecido
prácticamente de nuestras vidas en los últimos treinta años, sobre todo las que
están ligadas a la muerte: no hay cortejos fúnebres en las ciudades, no se
colocan marcas de duelo en las casas, y las personas tampoco llevan ya signos
visibles de luto. La muerte de los animales se ha refugiado en el glacial
silencio de mataderos industriales; de igual manera, la de los hombres ha
emigrado hacia clínicas hiper-especializadas y asepticas o hacia las
antecámaras de la muerte, anónimas y disimuladas, de las residencias
geriátricas. Por otro lado, en una sociedad que hasta hace poco tiempo tenía
raíces y sensibilidades rurales, la muerte regulacla y festiva de un animal
doméstico (la del gallo o la del cerdo) era un acto familiar que daba ritmo a
la vida ordinaria mediante la excepcionalidad de los solemnes actos de comunión
colectiva. Todo eso ha desaparecido de manera brusca.
Por tanto, la perspectiva animalista contemporánea que
considera estos fenómenos como arcaicos no se equivoca del todo. Pero con una
matización: lo que desde esa sensibilidad se considera arcaico no se remonta de
ninguna manera a la noche de los tiempos sino, como mucho, a una o dos
generaciones. Lo que ignora esa sensibilidad es que ella misma es el fruto muy
reciente e hiper-moderno de una pérdida de contacto con los animales y con la naturaleza
reales. Los animales que imagina son todos buenos como los animales de
apartamento, a todos víctimas, como los cerdos criados en baterías que a veces
vemos por la televisión: ambos tipos de anirnales son el resultado de una
ideología urbana reciente.
Hay un nexo de unión evidente entre estos tres hechos.
Justamente porque nuestra época ha perdido poco a poco el sentido de los ritos,
de la muerte, de la naturaleza, de la animalidad, es por lo que necesita volver
a encontrar al mismo tiempo la realidad, la imagen y el símbolo en la corrida.
!De ahí su modernidad!
30. La fiesta de los toros no está ligada al franquismo.
Como toda gran creación cultural es políticalmente neutra
Hay un hondo prejuicio, puramente español, que identifica
las corridas de toros con el franquismo. Esta consideración no resiste ni el
análisis ni el peso de los hechos. ¿Los hechos? Por supuesto, las corridas de
toros existían con anterioridad al franquismo y se han desarrollado
perfectamente después. Cosa distinta es que el régimen haya sabido utilizar y
manejar en beneficio propio los fenómenos más espectaculares de la pasión
taurina - lo trágico de Manolete y lo desenfadado de El Cordobes, Ias dos
caras de la popular fiesta de los toros. Esto es sin duda lo que hacen todas
las dictaduras. Así, Salazar se esforzó en recuperar el fado portugues y atraer
hacia sí el icono popular que fue la genial Amalia Rodrigues. Por eso el fado
conservó durante algún tiempo después de la "revolución de los
claveles" cierta imagen fascista cuando sin embargo nunca dejó de ser la
expresión más profunda del alma popular lisboeta. También el régimen militar
brasileño intentó recuperar para su favor la pasión futbolíctica del pueblo
brasileño y la victoria de la Selección en 1970. Todo esto nada tiene que ver
con el fútbol, la música o Ios toros. Recordemos, porque la gente olvida, que
hubo aficionados tanto en el bando antifranquista (pensemos en Lorca, Bergamín
o Picasso) como en el bando franquista. En Francia, la fiesta desata pasiones
entre personas de izquierdas (por ejemplo, los escritores Georges Bataille o
Michel Leiris) como de derechas (por ejemplo, Henry de Montherland o Jean Cau);
y al contrario de lo que ocurre en España, los medios de comunicación
meridionales apoyan la tauromaquia independientemente de cualquier
consideración ideológica.
En la España actual, el hecho de que los partidos de
derechas favorecen con más facilidad la fiesta de los toros que los de
izquierdas, tiene que ver con los enfrentamientos entre posturas nacionalistas
y planteamiento centralista.
31. La fiesta de los toros transmite valores universales, no
los de la España negra
Para algunos espíritus más cultivados que los anteriores, la
fiesta de los toros no está asociada al franquismo sino, más generalmente, a la
"leyenda negra de España", en la que se encuentra -totum revolutum-
la expulsión de los judíos, la Inquisición, la exteminación de los indios
americanos, el oscurantismo, etc. Algunos hispanistas han mostrado cómo esa
leyenda, montada pieza a pieza, ha podido contribuir a una cierta
"culpabilización" de las élites españolas. Ésta es una de las fuentes
del sentimiento antitaurino de algunos intelectuales contemporáneos, que
asocian las corridas de toros con la representación que tienen de la imagen
que los extranjeros se hacen de su país y de su cultura. Por eso quieren romper
con esa representación que estiman trasnochada, folclórica y sobre todo
nefasta.
De otro lado, la fiesta de los toros no puede ser separada
de su marco histórico y geográfico. Marco que es al mismo tiempo más estrecho
(ya hemos escrito que está ligada a la modernidad, argumento 29) y más ancho
que la supuesta "España negra". Su raíz es fundamentamlente la de las
culturas mediterráneas. Entre los orígenes lejanos de la tauromaquia moderna,
se citan los grandes mitos de la antiguedad (la leyenda de Hércules o el mítico
triunfo de Teseo) y la religión romana del dios taurino Mitra. Como todas Ias
grandes creaciones culturales donde se rnezclan elementos populares y cultos, el
arte taurino está al mismo tiempo ligado a una civilización particular y
expresa valores universales: la fiesta, el juego, el valor, el sacrificio, la
belleza, la grandeza ... De esta manera la tragedia griega depende de su Iugar
de nacimiento, Ia Atenas clásica, y al mismo tiempo vehicula emociones y
pensamientos en los que todos los seres humanos pueden reconocerse,
independientemente de la época: la fatalidad, la pasión que corroe, Ias
coincidencias funestas, los conflictos del deseo y de la sociedad ... Sería tan
absurdo reducir Ia fiesta de los toros a la "España (llamada) negra"
como reducir la tragedia griega al antiguo esclavismo. La moderna corrida de
toros ha conquistado el mlundo a pesar de haber nacido en algunas regiones de
España (Andalucía, Castilla o Navarra). Y todas las poblaciones que adoptaron
este ritual y sus valores los integraron en sus culturas y sus tradiciones
particulares porque reconocieron en ellos una parte de su propia humanidad. Así
ha pasado con el pueblo vasco, catalán, valenciano, extremeño, gallego,
portugués, y con los de la Provence, del Languedoc, de la Aquitaine, y por
supuesto las poblaciones mexicanas, colombianas, ecuatorianas, venezolanas,
peruanas, que mantienen viva la fiesta, incluso cuando algunos quieran renegar
de esta parte de ellos misrnos por razones políticas.
¿AIguien hablaba de "España Negra",?
32. La tradición ha forjado una cultura taurina
Algunos defensores de las corridas lo hacen arguyendo que
debe su legitimidad a la tradición. Y ante eso los antitaurinos lo tienen fácil
para responder que la tradición no es un argumento y que Ia mayor parte de los
grandes progresos de la civilización se han hecho contra costumbres bien
arraigadas, y por tanto supuestamente legitimadas por la tradición. Enumeran
con razón la esclavitud, la sumisión de Ias mujeres, la pena de muerte, etc. No
es menos cierto que hoy continúan existiendo tradiciones absolutamente
detestables como la el suicidio de las viudas en India o la ablación de niñas y
jóvenes de acuerdo con determinados ritos religiosos.
Sin embargo, en Francia una prudente ley (la del 24 de abril
de 1951, transcrita también como uno de los supuestos del artículo 521.1 del
Código Penal) declara las corridas de toros lícitas "cuando existe una
tradición local ininterrumpida". ¿Quiere esto decir que la tradición es el
motivo de la licitud? De ninguna manera. Lo único que hace la ley es definir su
extensión. El matiz es importante. Las corridas de toros son autorizadas no
porque hay tradición, sino allí donde hay. La tradición tiene como efecto
forjar una cultura local y una determinada sensibilidad. Es justamente esto lo
que confirma una sentencia de la Cour d'Appel d'Agen del 10 de enero de 1996:
"la tradición local es una tradición que existe en un entorno demográfico
determinado, por una cultura común, las mismas costumbres, las mismas
aspiraciones y afinidades ... una misma manera de sentir las cosas y
entusiasmarse por ellas, el mismo sistema de representaciones colectivas, las
mismas mentalidades".
Estos son los frutos de la cultura taurina, allí donde
existe tradicion. Coexistir con discursos taurinos, vivir próximo a los toros,
relacionarse desde niño con este magnífico y fiero animal, y tener admiración
hacia el toro y su bravura, son elementos que han forjado la sensibilidad necesaria
para la percepción de este singular espectáculo. De esta forma, lo que sería
visto como un acto de crueldad en Londres, Boston, Estocolmo o Estrasburgo se
comprende, se vive y se entiende en Dax, Beziers, Bilbao, Barcelona, Malaga o
Madrid como un acto de respeto inseparable de una identidad.
33. Fiesta de los toros y defensa de la diversidad cultural
La fiesta de los toros es efectivamente inseparable de las
identidades que ha forjado y éstas recíprocamente se han construido gracias a
ella.
No es posible imaginar las ferias de Nimes o de
Vic-Fezensac, de Pamplona o de Valencia, de Jerez en Andalucía o de Céret en
Catalunya francesa, sin el toro en la plaza, ni en las calles, ni en los
carteIes, ni en las exposiciones, ni en las librerías, ni en toda la fiesta,
etc. En una época en la que se defiende la diversidad cultural, en la que se
pretende resistir a la mundializacion de la cultura, en la que se lucha contra
la uniformización de los valores y de las costumbres, en la que se clenuncia la
omniipotencia de la dominante y avasalladora civilización anglosajona ... ¿,no
hay que defender las identidades culturales locales, regionales, minoritarias?
¿No hay que defender, ahora más que nunca, los "pueblos del toro"?
34. Unidad de cultura, diversidad de interpretaciones
Como toda gran creación humana, la fiesta de los toros
expresa valores universales (ver argumento 31). Como toda cultura popular, es
inseparable de la identidad de los pueblos que la han inventado o adoptado (ver
argllmentos 32 y 33). Pero como toda cultura que es a la vez local y
universal, la fiesta de los toros se vive, se siente, se expresa diferentemente
según las ciudades, regiones o paises que la han hecho suya. Lo destacable es
que la misma fiesta de los toros, que se desarrolla en la actualidad
exactamente de la misma manera en Sevilla, México, Pamplona, Madrid, Bayona,
Arles o Cali, no es, de ningún modo, interpretada de Ia misma manera en esas
diferentes ciudades. En ocasiones se vive como una desinhibida fiesta
dionisíaca, en otras como una ceremonia apolínea, en algunos casos como un
ritual receloso y circunspecto. La lidia a veces es vista como un juego de
quiebros y fintas, a veces como un arte plástico, a veces como una tragedia al
anochecer. Las faenas a veces son sentidas como la expresión de la animalidad
salvaje y otras veces como Ia de la humanidad más educada. Todas estas
interpretaciones de la fiesta de los toros, y muchas más, son posibles,
dependiendo de la idiosincrasia de cada pueblo, y basta de cada persona. Basta
con examinar los dos extrernos geográficos de España, el País Vasco y
Andalucía, para comprender como cada uno de ellos traduce en su propia
sensibilidad la universal fiesta de los toros (de la misma manera que se
representa hoy a Sófocles en japonés o en alemán). En el Norte de España, les
gustan los toros duros y fuertes y los toreros guerreros que aceptan sus
desafios. En esos ruedos se admira la audacia, la dominación y la demostración
del poder. La corrida de toros es vista como un rito festivo y como un arte
marcial. Sin embargo, en el sur, prefieren los toreros artistas y los toros que
se prestan a ese juego. En esos ruedos se admira la elegancia, la gracia
profunda y la armonía sensual. La corrida de toros es una de las bellas artes,
algo entre la tragedia y la escultura. En Francia, solo el Sur es taurino y el
contraste está entre el Oeste y el Este.
Cada pueblo dispone de multitud de maneras para adaptar y
traducir a su propio vocabulario cultural el mensaje universal de la fiesta de
los toros.
35. La cultura taurina y la "alta cultura"
Todo lo expuesto inscribe la fiesta de los toros dentro de
las grandes manifestaciones de la cultura popular (argumentos 29 a 34). Con la
variedad innumerable de tauromaquias que los pueblos taurinos han inventado, en
su territorio, ocurre lo mismo. Pero lo que Ie diferencia a la fiesta de los
toros de una simple manifestación folclórica es haber sido adoptada y
convertida en objeto de reflexion de la cultura "culta". La
universalidad de la fiesta de los toros no es solamente la de los valores que
transmite (ver argumento 31) sino también la de los mundos artísticos y cultos
donde ha sido acogida y la de las obras que ha producido en las demás artes.
¿Pintura? Sólo hay que citar los nombres de Francisco de Goya, Eugene
Delacroix, Gustave Dore, Edouard Manet, Claude Monet, Ignacio Zuloaga, Ramón
Casas, Pablo Picasso, André Masson, Salvador Dalí, Joan Miró, Francis Bacon y,
en la actualidad, los de Soulages, Alecbinsky, Botero, Arroyo, Chambas,
Barcelo, Combas, entre otros muchos ... Refiriéndonos a escritores, podemos
mencionar a Luis de Góngora, Nicolás Fernandez de Moratín, Prosper Mérimée,
TheophiIe Gauthier, Gertrude Stein, Manuel Machado, Jean Cocteau, Jose
Bergamín, Henry de MontherIant, George Bataille, Federico García Lorca, Ernest
Hemingway, Michel Leiris, Miguel Hernández, Camilo José Cela ... ; y hoy,
Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Florence Delay, etc. A esta lista habría
que añadir la poesía de Fernando Villalón, de Gerardo Diego, de Rafael Alberti,
de René Char, de Yves Charnet, entre otros mIuchos. Sin olvidar las músicas de
George Bizet, de Isaac Albéniz, de Joaquín Turina, las esculturas de Benlliure,
y, en las artes del siglo XX, dentro de la fotografía, la obra de Lucien
Clergue, en el jazz las composiciones de John Coltrane y de Eric Dolphy, en el
ámbito de la alta costura las creaciones de Christian Lacroix y de Jean-Paul
Gaultier, y en el cine las películas de Henry King, de Rouben Mamoulian, de
Sergei M. Eisenstein, de Abel Gance, de Budd Boetticher, de Luis Buñuel, de
Pedro Almodovar, etc.
¿Cómo explicar que una tradición tan particular, y
aparentemente tan limitada histórica y geográficamente, haya podido inspirar
las obras de artistas pertenecientes a modos de expresión, nacionalidades,
horizontes y estilos tan diversos, si no fuera porque la fiesta de los toros
encierra en sí misma tantos tesoros de expresión artística (ver argumentos 39 a
43) y tantos valores humanistas (ver argumentos 36 a 38)?
LA CORRIDA Y LOS VALORES HUMANISTAS
Se ha dicho ya lo que la fiesta de los toros no es
(argumentos 1 a 28). Se ha dicho también lo que es exteriormente, en la
cultura o la historia (argumentos 29 a 35). Todavía no hemos analizado lo que
es, en sí misma: Ios valores éticos y estéticos de los que es portadora y el
singular placer que suscita. Todavía no hemos confesado porque podemos amarla.
Hemos descrito que la emoción más grande que se siente en una plaza es la
admiración por la bravura del toro y por el valor del torero (ver argumento 27).
Pero no se trata solamente de admirar a uno o y a otro. Se trata de comprender
y senti r lo que significan sus actos. Es uno de los componentes del placer
taurino y una de las razones esenciales del valor humanista de la fiesta de los
toros.
36. Comprender la animalidad
Hoy por hoy, no tenemos nada más que relaciones con animales
de compañía, "humanizados" por nuestra permanente convivencia con
ellos. En el ruedo vernos al animal, en toda su naturalidad, o, mejor dicho, a
un animal singular, y aprendemos a comprenderle y a pensar con él. Ese es uno
de los esenciales placeres del aficionado. Es también Ia primera sorpresa del
profano cuando escucha Ios comentarios de Ios iniciados. Hablan del toro, de su
tipo, de su comportamiento e intentan descifrar su carácter singular, anticipar
sus acciones y comprender sus reacciones: "¿Por qué acomete aquí y no
allí? ¿Por qué a deteminada distancia y no a otra? ¿Por qué en este terreno y
no en aquél? ¿Por qué repite sus embestidas? ¿Por qué mide sus arrancadas? ¿Se
percatará de la presencia del hombre tras el engaño?". Aprender a ver Ios
toros en general y a comprender un toro en particular es una fuente de
educación de "etoIogía" para Ios niños. Finalmente, es Ia condición
indispensable para apreciar el trabajo del torero: ver lo que éI comprende,
apreciar cómo se adapta a su adversario, juzgar si Ie entiende o no y admirar
que Ie haya entendido mejor que nosotros.
iEstamos lejísimos de gozos perversos!
37. Admirar las virtudes intelectuales del torero
Torear no es sólo atreverse a ponerse delante de un animal
que podría (y "querría") matar. Torear es demostrar una forma muy
peculiar de inteIigencia (los griegos habrían dicho "astucia").
Consiste en presentar el propio cuerpo a una fiera peligrosa de forma que lo
pueda coger, desviando su acometida con un engaño de trapo. Una finta hecha de
audacia y astucia. Torear consiste sobre todo en enlazar una serie de quiebros
que necesitan un conocimiento del toro, una penetración intuitiva de sus
acciones y sus reacciones, una inteligencia estratégica de la lidia adaptada a
cada toro y un sentido táctico de los gestos necesarios en cada fase de Ia
Iidia. La finalidad de todos esos actos, que cuIminan con la muerte, gesto de
suprema maestría, es la dominación del hombre sobre eI animal: se trata de
forzar al toro a actuar contra su propia naturaleza, es decir obligarlo a
acometer dónde, cuándo y cómo el hombre ha decidido, cumpliendo con la
gratuidad del juego y la seducción del engaño. De todo ello resulta una faena
que viene a ser como una acción domesticadora concentrada en unos pocos
minutos.
No hay placer taurino sin esa admiración por Ia inteligencia
del torero. Y la fiesta de los toros no tendría sentido sin esas virtudes de la
inteligencia humana que ganan a las fuerzas de la naturaleza. Esta es la
lección constante y universal de todo humanismo.
38. Admirar las virtudes morales del torero
Torear no es sólo arriesgar su cuerpo o ejercer su
inteligencia. Es también demostrar virtudes morales que se deducen del acto
taurómaco. Es ilustrar cinco o seis grandes virtudes intemporales. El toreo no
es solamente una técnica, ni un arte, sino también una suerte de "arte de
vivir" que requiere que se actue siempre respetando algunos de los grandes
principios morales.
Para ser torero, o mejor, para merecer ese título:
- Hay que combatir a un animal naturalmente peligroso, lo
que exige valor y sangre fría
- Hay que afrontarlo en público, sin perderle la cara, lo
que exige caballerosidad y dignidad
- Hay que dominarlo, to que exige antes que nada, el dominio
de sí mismo, del cuerpo, de las reacciones instintivas y de las emociones
incontroladas
- Hay que matar, también, a ese adversario, lo que sólo se
justifica si, para hacerlo, se pone la propia vida en juego (ver argumento 3):
esto supone lealtad para con el adversario y total sinceridad en relación con
su propio compromiso físico y moral
- Finalmente hay que saber ser solidario con los compañeros
ante el peligro, lo que exige, una vez más, sacrificio de su propia persona,
aún a riesgo de su vida
¿No es el Torero con mayúsculas un auténtico ejemplo de lo
que querríamos poder hacer y un verdadero modelo de lo que nos gustaría poder
ser?
39). Diversidad cultural e imperativos universales de la
humanidad
Hemos expuesto cómo defender la fiesta de los toros era
resistir a la globalización (ver argumento 33). Pero defender la diversidad
cultural no significa defender cualquier práctica cultural. No todas son
obligatoriamente "buenas" o defendibles. Algunas chocan con
prohibiciones o tabús absolutos. Son aquellas que transgreden lo que puede ser
resumido en la idea de "derechos humanos". Condenar a Ia esclavitud a
un hombre o una mujer; no reconocer a una persona como tal; tratar a un ser
humano como un medio para satisfacer cualquier necesidad; rechazar los
principios de reciprocidad y justicia; violar los principios de libertad,
igualdad y dignidad de los seres humanos ... son acciones que nada tienen que
ver con la diversidad cultural ni tampoco con la placentera relatividad de las
costumbres. Son pura y simplemente barbarie. Por definición, estos principios
universales no pueden aplicarse a Ios animales, ya que suponen el
reconocimiento del otro como un igual, es decir imponen la reciprocidad sin la
cual no habría justicia. Si el hombre hubiera tenido, o tuviera, que aplicar a
los animales Ios principios que debe aplicar al hombre, no habría habido
domesticación, ni ganadería, ni agricuItura, ni, en definitiva, civilización
propiamente humana. Esto no significa que podamos hacer lo que queramos con los
animales, ni que no tengamos deberes hacia ellos (ver argumento 24). Signifiea
que no podemos confundir esos deberes con los que tenemos hacia los hombres,
ni los principios del humanismo con los del animalismo.
El animalismo no es una extensión de los valores humanistas.
Es su negación.
LA FIESTA DE LOS TOROS ES CREADORA DE INESTIMABLES VALORES
ESTÉTICOS
Sin embargo, la fiesta de los toros no sería nada si se
quedara ahí. Sería sólo defendible pero no admirable. Si tantos artistas han
visto en el toreo un arte que podía ser traducido a su forma de expresión, si
la fiesta de los toros procura a los que la aman tan incomparables placeres, si
hay que preservarla como una fuente de valores estéticos que no debe perderse,
es porque el toreo es un arte raro, que entronca posiblemente con el origen
mismo del arte: dar forma humana a una materia natural.
40.La sublime grandeza del espectáculo
Entre en una plaza de toros Ilena un día clave. Nunca antes
ha asistido a una corrida. No está ni a favor ni en contra. Solamente quiere
ver. Le horroriza la violencia y no Ie gusta para nada la sangre. A pesar de
todo es posible que la grandeza del espectáculo Ie conquiste poco a poco. Si es
así, déjese arrastrar por sus sensaciones: la solemnidad del ritual, la
Iigereza de la música, el destello inesperado de los trajes, el poder de la
fiera que ataca en todas direcciones, la coreografía tan regulada como
imprevisibie de las cuadrillas, el capote que gira, el impresionante choque del
toro con el caballo de picar (la suerte que más inspiró a Picasso), las
banderillas que revolotean, la increíble serenidad del hombre durante el duelo,
las audaces y deslumbrantes figuras de su danza con el animal, la muerte en el
recogido silencio de la multitud ... ¿Ya ha visto usted algo parecido? ¿Ha
visto algo que Ie deje atónito hasta ese punto? ¿Ha visto alguna cosa que pueda
así trastornar y hacer naufragar sus sentidos? Este espectáculo incomparable,
único, tan potente como singular, esta fiesta total de la grandeza y de la
desmesura recibe el nombre de lo sublime. Usted quizás vuelva. O quizás no.
Pero seguro que está de acuerclo en afirmar: sólo las corridas de toros pueden
procurarnos hoy emociones como éstas.
41.La creación de lo bello
Todo eso no son más que las primeras sensaciones del
profano, que el aficionado sólo reencuentra en las grandes ocasiones. Pero, día
a día, el arte del toreo consiste en algo completamente diferente: simplemente
crear belleza. La belleza del toreo es la más clásica: supone elegancia,
armonía de movímientos, perfección de formas, equilibrio de volúmenes. El toreo
crea formas, obras humanas a partir del caos, es decir la acometida natural de
un toro. Inmóvil pone, con un solo gesto, orden donde no había más que desorden
y movimiento. Dibuja curvas poéticas donde el animal naturalmente sólo produce
líneas rectas (para coger, para matar). Intenta, como los más clásicos
pintores, producir el máximo efecto sobre su materia prima (la acometida del
toro) con las mínimas causas, es decir en el menor espacio, tiempo y
movimiento.
Claro que no sólo existe la corrida de toros para crear
belleza. Pero sólo la corrida de toros puede crear esta belleza a partir de su
contrario, el miedo a morir.
42. Un arte original, entre el clasicismo y la modernidad
EI arte del toreo es original. Tiene algo de música (armonía
de los acontecimientos consonantes), algo de las artes plásticas (equilibrio de
líneas y de volúmenes en tensión opuesta), algo de las artes dramáticas
(alianza del azar y de la necesidad).
El toreo tiene al mismo tiempo algo de clásico y algo de
contemporáneo. La mayoría de las artes cultas
han abandonado hace tiempo la creación de belleza, valor estético que se
juzga desfasado. Desde este punto de vista, el toreo es un arte extremadamente
clásico. La mayoría de las artes cultas han abandonado la representoción, para
transformarse en artes de la actuación única y de la presentación directa (ver
el happening, el body-art, el ready-made, Ia instalación, la intervención,
etc). Desde este punto de vista, el toreo es un arte completamente
contemporáneo: presentación bruta del cuerpo, de la herida, de la muerte.
El toreo tiene al mismo tiempo algo de las artes cultas y de
Ias artes populares. Da a los profanos las más inmediatas emociones y a los
cultos las más refinadas conmociones, que corresponden a las artes más
"estéticamente correctas". Y da a todos, a la par que la tensión
permanente debida al riesgo de muerte, el alivio transfigurado debido a la
belleza.
43. Lo trágico
Y a todas las artes, el toreo les añade la dimensión que
ninguna otra arte podrá nunca dar: la dimensión de la realidad. Todo está representado,
como en el teatro, y sin embargo, todo es verdad, como en la vida. Puesto que
el juego es a vida y a muerte. Orson Welles dijo: "!el torero es un actor
al que Ie suceden cosas de verdad!". La corrida de toros es un drama
trágico al que Ie toca presentar sin ambajes la herida y la muerte. Y decir y
afirmar es la verdad: sí es innegable, morimos.
¿Es esta verdad la que rechaza nuestra época, la cual sólo
ama la naturaleza aséptica, y sólo acepta la realidad a condición de que esté
desinfectada, y que afirma amar la juventud siempre que sea eterna?
44. La fiesta, comunidad espiritual
Sin embargo, las corridas de toros son, y quizás por encima
de todo, una fiesta. Los festejos taurinos siempre han ido de la mano de períodos de ruptura con la vida cotidiana, es
decir de los momentos de conmemoración en los que una comunidad se encuentra y
se recrea. Nuestra época, más que cualquier otra, tiene necesidad de fiestas,
porque nuestra modernidad es cada vez más individualista, circunscrita al
hogar, a lo privado y a lo íntimo. Mientras que la fiesta es la calle, lo de
afuera, lo público. Quizas es por eso por lo que las corridas de toros
dominicales han ido siendo paulatinamente reemplazadas por las ferias. No hay
corrida de toros sin fiesta, pero para los pueblos taurinos no hay fiesta
posible sin toros. Porque, ¿hay alguna imagen más bella de la comunidad que eI
mismo ruedo. redondo, circular, donde todo el mundo ve todo, donde todo es
visto desde todos los lados y donde, sobre todo, toda la comunidad se ve a sí
misma comulgando de un mismo espectáculo, de una misma ceremonia, y siguiendo un
mismo ritmo de olés, con el sentimiento de vivir juntos un acontecimiento
único?
Este es el poder de la fiesta de Ios toros, bien conocido
por los alcaldes de las ciudades taurinas, atentos a la vida de su comunidad.
Saben que no se hace la misma fiesta en las bodegas de Mont-de-Marsan que en el
"Real de la feria" de Sevilla, que no se canta igual en las Fallas de
Va¬lencia como se corre en Pamplona, que no se baila igual en Nimes que en
Granada, que sin toros durante el día no se haría, por la noche, fiesta con el
mismo ánimo. Porque lo que hemos vivido durante el día, todos juntos, es el
triunfo de la vida sobre la muerte.
LOS PELIGROS DEL ANIMALISMO
Hemos intentado responder a los detractores de la fiesta de
los toros. Hemos intentado decir también, en pocas palabras, lo que son las
corridas de toros y los valores de los que son portadoras. En este momento, hay
que intentar esbozar las razones que convierten en peligroso el movimiento
antitaurino. En sí mismo sólo lo es para la fiesta de los toros; pero el
movimiento más general del que es su manifestación y los valores que lo
inspiran amenazan mucho más allá que a la fiesta de los toros.
Después de todo, puede usted pensar que si mañana, o en diez
años, las corridas de toros se prohíben en los lugares donde hoy existen i
asunto zanjado! Los aficionados se recuperarán y las pasiones humanas ya
encontrarán otro propósito del que ocuparse. Quizá. Hoy la amenaza se cierne
sobre la fiesta de los torros ¿qué es lo que amenazará mañana?
45. Humnanismo o animalismo
Ya hemos dicho que no hay que confundir al hombre y al
aninlal (argumentos 5 y 23) ni los principios del humanismo con los del
animalismo (argumento 39). Ahora bien, la ideología que se extiende y de la que
el movimiento antitaurino es portador consiste en poner en el mismo plano
animales y hombres: "¿,No somos nosotros también animales? "¿No
tenemos que tratar a los animales como tratamos a los hombres?". La
intención parece loable: porque ¿no es una manera de extender a los demás seres
vivos Ia compasión, la simpatía y por tanto, Ia moralidad que nos liga a los
hombres? Mera apariencia. Porque, intentando alzar a los animales hasta el
nivel en el que debemos tratar a los hombres, necesariamente rebajamos a los
hombres al nivel en el que tratamos a
Ios animales. ¿Qué quedaría de los valores de justicia, equidad, generosidad y
fraternidad? ¿Qué sería de los valores de la convivencia, si reducimos la
comunidad humana a esa otra, infinitamente más vaga y menos exigente, que nos
liga a los animales, sea cual sea la afección que tengamos para con algunos o
el respeto que debemos a todos?
46. ¿Hasta dónde irá la "liberación animal?
La modernidad ha conllevado una incontestable degradación de
las condiciones de cría de algunos animales destinados al consumo humano
(especialmente cerdos, terneras y pollos) considerándolos puras mercancías. La
toma de conciencia de ese fenómeno ha acabado por conmover de manera
perfectamente legítima a las poblaciones occidentales, las cuales -por otra
parte- no tienen una idea clara del precio que tendrían que pagar por un
eventual retorno a una cría más extensiva o más respetuosa con las condiciones
de vida de las bestias.
A la misma vez, las mentalidades cambian: el crecimiento de
la urbanización ha hecho perder a los habitantes de las sociedades industriales
cualquier contacto con la naturaleza salvaje. Las personas han olvidado la
ancestral lucha contra las especies dañinas (pensemos en los lobos que
diezmaban rebaños o las ratas transmisoras de la peste) e ignoran la que
continúan librando otros hombres en otros lugares (Ias langostas que destrozan
las cosechas africanas, o incluso los perros asilvestrados que infestan
multitud de ciudades del tercer mundo). El animal ha dejado de ser, en el
imaginario occidental contemporáneo, lo que era en el imaginario clásico: de
bestia terrorífica a animal de labor a víctima o mascota. De ahí la elaboración
del mito por la civilización industrial: el de una "naturaleza"
pacificada (paraíso perdido donde los animales son libres) y el del Hombre, con
mayúscula, representando el Mal, verdugo del Animal con mayúscula, víctima
inocente. Esto permite poner a todos los animales en el mismo saco: el gato y
el ratón, el lobo y la oveja, el perro y la pulga, el taro de lidia y el animal
de compañía. Este fantasma alimenta los ideales de la "liberación
animal".
Se comprende entonces por qué la ideología animalista elige
como blanco la fiesta de los toros. No es porque sea más "cruel" objetivamente que todas las formas de
explotación animal (se sabe perfectamente que no), ni porque contraríe más la
naturaleza de los animales que las demás formas conocidas de domesticación
(hemos visto que no), sino porque contradice Ia imagen aséptica y edulcorada
que se tiene actualmente del mundo animal (¿una bestia que combate y puede
matar? !lnimaginable!) y que parece ser la imagen de la relación del Hombre con
su Víctima. !Y puesto que habría que "liberar'' a todas las víctimas, es
por lo que se debe comenzar por esos pobres toros de Iidia! Tocamos de nuevo
con lo irracional.
Y mañana, ¿cuál será nueva imagen de víctima animal que ya
no podrán soportar? ¿Habría que "liberar" todos los aninlales que el
hombre ha domesticado desde hace 11.000 años tal y como lo reclaman ya hoy los
teóricos radicales del animalismo en Estados Unidos? ¿Habrá que soltar los
cerrojos para liberar a los conejos, y que se apañen Australia y su ecosistema
que estuvieron a punto de perecer bajo eI peso de su invasión? ¿Habrá que liberar a los visones, como
recientemente se ha hecho en Dordogne, sin preocuparse de la catástrofe
ecológica que provocaron? ¿Habrá que liberar a Ias ovejas del hombre y liberar
también a los lobos sin preocuparnos de las ovejas, y liberar tarnbién a los
osos sin preocuparnos de Ios agricultores de los Pirineos y sus rebaños (y que
ellos también puedan liberarse de los osos, si les apetece)? ¿Hasta dónde nos
llevará esta locura
"liberacionista"? Hasta el punto de que, tomando conciencia de que la
mayor parte de Ias variedades, razas y especies animales (como el toro de
lidia) sólo deben su supervivencia a la relación con el hombre, y que, una vez
"liberadas", no podrían volver al estado salvaje sin ser
inmediatamente condenadas a muerte, habríamos de tomar, como única medida
"liberatoria" eficaz, la castración y esterilización de todos los
animales domésticos de la tierra que nos aseguraría que jamás habrá animales
sometidos a los hombres. Es esto lo que preconiza el pensador americano Gary
Francione, que se atreve a llevar la lógica de la "liberación animal"
hasta este punto. ¿Es absurdo? Es, cuando menos, insensato. Sin embargo es
absolutamente coherente. De hecho es el
único tipo de medida que se deduce racionalmente del principio mismo de
la "Iiberación animal", eslogan tan ingenuo como irresponsable.
47. Peligros de una moral prohibicionista
Hoy la fiesta de los toros. Y mañana ¿contra qué la tomarán?
¿Qué inocente placer será descrito como perverso? ¿La caza deportiva, la pesca
con caña? Eso ya está. ¿Y entonces? La producción de foiegras ya está prohibida
en varios países. EI Parlamento californiano votó incluso en el 2004 una ley
prohibiendo su comercialización. ¿Y mañana? ¿Habría primero que
"desaconsejar vivamente" el consumo de carne y de pescado (por
razones supuestamente morales, se entiende) para después autorizar su consumo
solo bajo ciertas condiciones, para finalmente decidir prohibirlo? Y pasado
mañana, ¿desaconsejar" la leche, el cuero, la lana ... porque suponen
explotación animal? ¿Y por qué no la miel? ¿O la seda producida gracias a la
invención por parte de los chinos de una mariposa, el Bombyx mori? ¿Hasta donde
irá la obsesión de nuestro "Bien" la locura prohibicionista?
48. Animalismo e imperialismo cultural
Se escuchan voces de algunos políticos de Catalulña, lugar
hasta hace poco taurinamente brillante, declararse hoy antitaurinos en nombre
de la resistencia de la catalanidad frente al centralismo español. También
sabemos que, simétricamente, algunos aficionados de la Cataluña francesa se
reafirman como radicalmente taurinos en
nombre de esa misma resistencia de la catalanidad ante el centralismo francés.
(En Céret se toca "Els Segadors" himno nacional catalán, antes de la
salida del primer toro). También sabemos que todo nacionalismo debe reinventar
permanentemente su pasado y construirse un enemigo todopoderoso frente al cual
debe presentar su propia "nación" como víctima. En esto no hay nada
nuevo. Lo que es nuevo, y que sería casi cómico si la corrida de toros no fuera
mañana la víctima, es que esta resistencia al supuesto imperialismo más cercano
(el español) se hace en nombre de los valores, los principios y las normas del
imperialismo cultural más potente (ver argumento 33), el imperialismo cultural
anglosajón y sus principios animalistas, que tienen fuentes históricas,
ideológicas e incluso religiosas propias, y que están en las antípodas de las
tradiciones culturales, ideológicas y religiosas de los pueblos mediterraneos.
EI sentido de la fiesta en la calle, la ritualización de la
muerte, y la estilización enfática de lo trágico, elementos constitutivos de la
fiesta de los toros, están en el fundamento de todas las culturas
mediterráneas. Y estas costumbres están
muy alejadas de las tradiciones de los países anglosajones y de las
culturas de tradición protestante de las que se alimenta hoy toda la moral
animalista. Pretendiendo zafarse de la dominación de un hermano ¿no caen
algunos movimientos antitaurinos bajo la
influencia de un primo mucho más lejano?
49. ¿Y la historia?
Muchos adversarios de la tauromaquia (e incluso algunos
aficionados) están persuadidos de que, como la fiesta de los toros es
"arcaica" (argumento 29), tiende inevitablemente a desaparecer,
condenada por la historia. (Pero si los
antitaurinos están tan persuadidos que desaparecerá por sí misma ¿por qué se
empeñan en prohibirla?). Sin embargo, la historia nunca está escrita y siempre
reserva sorpresas. En el pasado, las corridas de toros ya estuvieron varias
veces prohibidas, y por razones morales mucho más potentes que las esgrimidas
en la actualidad. Se trataba por ejemplo del respeto que todo creyente debe a
su vida, o del cuidado que debe dedicar
a su propia salud en Iugar de a fútiles divertimentos, demasiado
aduladores de Ia vanidad humana. Se censuraba también la perversidad de los
espectáculos en general, la promiscuidad
de los sexos en los tendidos de las plazas, y otras cosas mucho más energicamente reprobadas por la
moral pública de la época que los supuestos maltratos a los animales de hoy en
día. ¿Se sabe -por ejemplo- que las corridas de toros fueron prohibidas en 1804
en España por el rey Carlos lV, y que fueron restablecidas en 1808 por el
"ocupante frances" Joseph Bonaparte? Desde hace dos siglos, la fiesta
de los toros se ha adaptado a todos los cambios de regímenes, de ideologías, de
costumbres y de sensibilidades. Tiene aún por delante un prometedor futuro,
aunque no fuera nada más que por dos razones, extremadamente tranquilizadoras:
primero, cuando está amenazada en una región, se fortalece en otra (en Francia
por ejemplo, la afición es cada vez más numerosa y educada, ver argumento 29);
segundo, hoy es cada vez más atacada desde el exterior (y lo seguirá siendo por
la fuerza de la globalización), pero se comporta muy bien en el interior, lo que hace que viva uno de los períodos más
brillantes de su historia reciente.
Tomemos un ejemplo: en los años 70 se declaraba que el
flamenco estaba moribundo, y debía ser
tirado a las papeleras de la historia, al
cajón del olvido de un folclore
caduco, por su compromiso con el "fascismo"; condenado al desuso o a
la aniquilación por la música pop, las diversas fusiones y todo lo que aún no
se llamaba la "globalización". Le pasaba lo mismo al fado, en
Portugal, ya lo hemos explicado (argumento 30). Entonces, llegó una nueva generación de cantaores,
sinceros y capaces, que quisieron reencontrar las raíces puras de su arte y el
flamenco conoció un fenómeno de revival y vivió una de las más bellas páginas
de su historia.
Volvamos a la fiesta de los toros. Se declaró en los años 60
que las corridas de toros no sobrevivirían a la victoria sobre la miseria y que
habría que ser un muerto de hambre para tirarse entre los pitones de un toro.
Las predicciones históricas eran falsas. Las generaciones de toreros de las
tres décadas siguientes fueron en general de una buena condición
socio-económica y cultural y estaban animados sólo por Ia pasión taurina. Ésta
no muere facilmente. Hoy, que vivimos en sociedades cada vez más obsesionadas
con la seguridad, se ven más que nunca toreros que practican un arte audaz y
arriesgado. iOtra vez más llevando la contraria a la supuesta lógica de la
historia!
De igual manera, al final de los 70, se creía la feria de
Bilbao moribunda, bajo los golpes de un nacionalismo que (y se decía que era
ineluctable) iba a dar la espalda a la "tradición taurina" , juzgada
envejecida y reaccionaria. Esta feria esta hoy por hoy más viva, y vasca, que
nunca.
Entonces, si hubiera que hacer alguna predicción, ¿no
podríamos pensar que lo que es
transitorio, pasajero y más efímero que la moda del sushi, es la ola
"animalista", que seguramente no ha llegado aún a su apogeo, pero que
quizá está destinada a desaparecer tan rápidamente como ha aparecido, cuando
otros valores, perfectamente humanos, tomen la delantera? Tenemos algunos
signos en ese sentido, por ejemplo, el cansancio de las poblaciones ante
algunas campañas prohibicionistas o higienistas, o la reivindicación cada vez
más reafirmada a favor de la diversidad cultural.
Un último ejemplo de los curiosos giros de la historia. En
mitad del slglo XIX fueron las sociedades protectoras de animales las que
lanzaron grandes campañas a favor de la hipofagia. Estimaban que, reconduciendo
la mirada de los cocheros y otros usuarios de caballos de tiro hacia el interés
económico que podrían obtener de sus viejos jamelgos usados, se verían
obligados a tratarlos mejor para sacar partido de la venta de su carne. !Hoy
esas mismas sociedades luchan por la prohibición de la hipofagia porque sería
indigno para un animal ser comido porque (0 cuando) ya no trabaja! (Es de temer
que la especie caballar no salga de esta).
¿Sería demasiado esperar, para el toro bravo, un giro
parecido por parte de los movimientos animalistas? Entregados hoy a prohibir
las corridas de toros nombre del
bienestar animal ¿no podríamos esperar que una mejor comprehensión hacia el
interés animal y en particular hacia el de los toros de lidia les haga luchar a
favor del desarrollo de la tauromaquia, para preservar la supervivencia de esa
"raza" y el bienestar de los individuos que se benefician de esas
condiciones de cría?
Siempre podemos soñar ...
50. Libertad
¿Habrán convencido los argumentos aquí expuestos a algunas
mentes dubitativas y libres de prejuicios? Podemos esperarlo. ¿Habrán hecho
cambiar de opinión a aquéllos a los que la sola idea de la corrida de toros les
asquea y les rebela? Lo dudamos. Como señala Pedro Cordoba al final de su ya
citado libro La Corrida, ningún argumento podrá jamás convencer a aquéllos que
imaginan la corrida de toros como la tortura de una bestia inocente. Ni el
hecho de que el calvario del toro sea menos terrible de lo que piensan
(argumentos 4, 8 o 18); ni que en su lucha plasma su naturaleza (argurnentos 7 o
17); ni que, al querer evitar la muerte de unos cuantos individuos, se condena
en realidad a toda la especie (argumento 22); ni la comparación entre la
abyecta y corta vida de las terneras criadas en baterías y la de los toros
criados en plena libertad (argumento 23); ni cualquier otro argumento será
eficaz ante la reacción inmediata, espontánea, irracional del que se indigna y
grita: "iNo, no, lo rechazo!". Ante esta reacción pasional lo único que cabe oponer es la frase con que
la que comenzamos: sólo hay un argumento contra las corridas de toros y no es
un argumento, es el imperio de algunas sensibilidades. A esta cerrazón, los
aficionados responden, muchas veces vehementemente, con su propia pasión. ¿Hay
que quedarse aquí, en este diálogo imposible?
Nos podriamos quedar en esta oposición de pasiones, si ellas
mismas se quedaran aquí también. Pero es que una de ellas reivindica para sí
misma más que la otra. Reclama
llimitaciones, prohibiciones, interdicciones; en definitiva una pasión quiere
impedir que la otra se satisfaga. Refugiándose la pasión, claro está, tras las
"razones": el derecho de Ios animales, el respeto de la vida, el
escándalo del espectáculo de la muerte, etc. Y es ahí donde el rol del político
exige conservar la razón y pensar: si un día Ia fiesta de los toros muere por
sí misma, será porque ya no desata ninguna pasión. Hasta ese momento, lo prudente es dejar a los unos y a los otros
su pasión y hacer prevalecer el principio de libertad.
CONCLUSIÓN: ¿QUIÉNES SON LOS BÁRBAROS?
Supongamos que de un plumazo se suprime la fiesta de los
toros. No hablaremos de los efectos económicos y sociales inmediatos.
Quedémonos con el menoscabo moral. ¿Qué perdemos? En primer lugar una relación
con la animalidad. ¿Qué imagen del animal quedará, para alimentar el imaginario
del hombre y la realidad de sus relaciones con su Otro que es el animal, fuera
de los caniches enanos del salón? Todas las bestias de labor han sido
progresivamente reemplazadas por artilugios, y todas las bestias productoras de
carne son progresivamente reemplazadas por "máquinas de fabricar
carne" que no nos atrevemos a llamar aninlales. ¿Es esto la naturaleza?
¿Qué rito pagano vamos a conservar en una sociedad que abandona progresivamente
todas sus ceremonias? ¿Queremos realmente no tener más elección que el
utilitarismo o el fanatismo religioso? ¿Que unión de artes populares y artes
cultas vamos a conservar, cuando -progresivamente- éstas hayan deshecho todos
Ios lazos con aquéllas? ¿Dónde podremos mirar la muerte de frente, transformada
por nuestras actuales sociedades en una verguenza?
Para los que la aman y la comprenden, la fiesta de los toros
es una forma de resistencia a todo lo que nuestra pos-modernidad nos hace
perder cada día más.
Sin embargo, hay que admitir que, para muchos, sólo es
barbarie. A lo que sería fácil de responder con el siguiente paralelismo.
En Occidente, nos escandalizamos cuando los talibanes
destruyeron las famosas estatuas gigantes de Buda, esculpidas en acantilados en
el centro de Afganistán y datadas entre el siglo IV y VI de nuestra era. A fin
de cuentas, a sus ojos no destruían "obras de arte", solamente ídolos
de piedra; y lo hacían por respeto hacia
su Dios, el "Único verdadero" que ellos consideraban superior a los
seres humanos. Esto no disculpa ese bárbaro acto, por supuesto. ¿Pero, qué es
lo que hay que pensar de esos antitaurinos que, en nombre del (supuesto)
bienestar de los aninlales; a los que no consideran superiores a los seres
humanos, pretenden dar muerte a una forma de arte y creación arraigada en la
historia e inserta en nuestra modernidad, pero en la que ellos solo ven
arcaicas creencias y ritos? Entonces ¿quiénes son los bárbaros? ¿Los que
quieren perpetuar este arte o los que pretenden prohibirlo?
El argumento es fácil y, sin duda, no es equitativo - sin
embargo no más que el que reduce la fiesta de los toros a barbarie. Sólo
podemos sacar una lección: siempre seremos bárbaros respecto de alguien.
Por eso más vale quedarse con: tolerancia hacia las
opiniones, respeto a las sensibilidades y libertad para hacer todo lo que no
atente contra la dignidad de las personas.
Agradecería mucho que citen mi artículo y mi autoría, que ha sido copiado en su totalidad. http://elestigmadecain.info/?p=997
ResponderEliminarTAUROMAQUIA PATRIMONIO CULTURAL
ResponderEliminar“Fiesta más culta del mundo, García Lorca, . . . que profundo.”
Tauromaquia Patrimonio
Cultural, fuera el demonio,
de la tradición taurina,
que tiene historia genuina.
¡Qué digo historia, prehistoria,
del misticismo a la gloria!,
la lucha de vida o muerte,
vean la pintura rupestre.
Simbología, simbolismo;
arte puro, torerismo,
la faena, en sí, es maestría,
de un espada, que porfía.
En la lidia del decoro,
frente de un armado toro,
genes, crianza, su natura,
esencia, trapío, bravura.
Cornúpeta, humano reto,
filosofía del respeto,
la barbarie no es cultura,
¡mentira que haya tortura!
Torero, astado, igualdad,
frente a muerte, paridad,
peligro hay en la corrida,
ritual, herida, . . . la vida.
Pasión, emoción presente,
en el alma de la gente
que, entregada, en una Plaza,
sus problemas, bien . . . aplaza.
Sublimación inmanente,
hecho, realidad presente;
encierro, docta doctrina,
en economía, una mina.
Digna fuente de trabajo,
que quita lo cabizbajo,
música, baile, pintura,
canto, poesía, escultura.
Periodismo, religión,
fotografía, luz, canción,
dibujo, literatura,
nos brinda el toreo de altura.
No cuestionar sin saber,
cultivarse es un deber,
en toda materia humana,
no a la inconsciencia malsana.
Defendamos nuestra fiesta,
de la ignorancia siniestra,
de insensatos irredentos,
de “antitaurinos” violentos.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda
México, D. F., a 24 de agosto del 2015
Dedicado al Sr. Ricardo Ramos, taurino de corazón, defensor de la fiesta por convicción.
Reg. SEP Indautor No. (en trámite)
TAUROMAQUIA PATRIMONIO CULTURAL
ResponderEliminar“Fiesta más culta del mundo, García Lorca, . . . que profundo.”
Tauromaquia Patrimonio
Cultural, fuera el demonio,
de la tradición taurina,
que tiene historia genuina.
¡Qué digo historia, prehistoria,
del misticismo a la gloria!,
la lucha de vida o muerte,
vean la pintura rupestre.
Simbología, simbolismo;
arte puro, torerismo,
la faena, en sí, es maestría,
de un espada, que porfía.
En la lidia del decoro,
frente de un armado toro,
genes, crianza, su natura,
esencia, trapío, bravura.
Cornúpeta, humano reto,
filosofía del respeto,
la barbarie no es cultura,
¡mentira que haya tortura!
Torero, astado, igualdad,
frente a muerte, paridad,
peligro hay en la corrida,
ritual, herida, . . . la vida.
Pasión, emoción presente,
en el alma de la gente
que, entregada, en una Plaza,
sus problemas, bien . . . aplaza.
Sublimación inmanente,
hecho, realidad presente;
encierro, docta doctrina,
en economía, una mina.
Digna fuente de trabajo,
que quita lo cabizbajo,
música, baile, pintura,
canto, poesía, escultura.
Periodismo, religión,
fotografía, luz, canción,
dibujo, literatura,
nos brinda el toreo de altura.
No cuestionar sin saber,
cultivarse es un deber,
en toda materia humana,
no a la inconsciencia malsana.
Defendamos nuestra fiesta,
de la ignorancia siniestra,
de insensatos irredentos,
de “antitaurinos” violentos.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda
México, D. F., a 24 de agosto del 2015
Dedicado al Sr. Ricardo Ramos, taurino de corazón, defensor de la fiesta por convicción.
Reg. SEP Indautor No. (en trámite)
Y NO LES HE DICHO LO PEOR
ResponderEliminarLos toros no son una fiesta, son una tragedia. Por eso, la tauromaquia debe ser preservada.
Durante la faena, el torero, un ser humano, se convierte en una fiera, y el toro, una bestia, un ser apenas sintiente, se transforma en un ser consciente. Por eso la fiesta de los toros es celebrada con solemnidad y seriedad. Es el único ritual de la modernidad que tiene un vínculo real con lo sagrado.
El problema es que los toros para sobrevivir, deben contar con la asistencia del público, y a la fiesta brava asiste toda clase de gente, entendidos o no: turistas, noveleros, irrespetuosos… con tal que paguen su barrera de sol. Pero mucha otra gente verdaderamente interesada, conocedora o habituada, no tiene la oportunidad de asistir: es un espectáculo caro.
Una sociedad antiséptica, que permite medrar solamente a lo bueno, acabará extirpando de la memoria la diferencia entre el bien y el mal. De ahí la importancia de los toros: el único escenario donde se puede contemplar, indemnes, una guerra de verdad; donde se ve chorrear la sangre; donde se ve acudir la Muerte; donde reina el Miedo. Y el Asco.
Una corrida de toros no tiene nada de bueno. Por eso hay que conservarlas. Esta sociedad que no tolera el mal, donde solamente prospera el bien, debe abrir espacio para la preservación de tan siquiera una parte maligna, pequeña o grande, de aquello que nos permite librarnos del peligro (La Violencia) o defendernos con dignidad de lo inconveniente (La Razón) ¿Dónde, si no, podemos ser testigos del debate entre el bien y el mal; lo bestial y la nobleza; lo teatral y la tragedia?
Habrá quienes no puedan entender el significado de la palabra casta: no se entiende sino presenciándola en la plaza ¿En qué consiste el valor? ¿Quién comprende la bravura? ¿Cuál siente más miedo? ¿Qué significa guerra a muerte? ¿Y el trapío? ¿Y la elegancia? ¿La majestad y la nobleza? La peligrosa persistencia. La vida cotidiana no es más que burda imitación ¿A dónde entonces vamos a conocer lo que quieren decir esas palabras?
O entonces ¿Por qué olvidarlas? ¿Qué le vamos a enseñar a nuestros nietos? ¿La candidez? Muéstrenla. No expresemos rabia, no seamos crueles. Esto no me lo muestren, pues son sentimientos reales. De eso sí somos capaces. Sin embargo no son defectos, sino virtudes. Pero hay quienes, por cobardes o mansos, no lo recuerdan sino cuando van a toros. Es más sabio quien se acuerda de eso afuera de la plaza.
La palabra inteligencia se ve aquí aparecer. Los protagonistas danzan… a muerte. Se compenetran desafiantes, veloces, feroces y hermosos, sangrantes. Llega el momento en que se miran. Y la pobre bestia que no sabe la forma del otro, ya lo determina. Ya entiende un enemigo y aparece otro nivel de conciencia: la consciencia, que es la certeza de la propia muerte. De los dos. Y el consiguiente miedo y el amor a la absurda vida, que es lo más parecido al odio. El ataque. Y el otro vuelto una fiera, serena, pide permiso para la matanza. Otra pieza de carnicería. Porque el indulto… es sentencia a gritos o pañuelos del otro, el respetable.
¿Qué se quiere demostrar? Que hay otros. Hay que decirlo, el egoísta no lo sabe. Y otras alegrías que no entorpecen la serenidad y otras tristezas que no contienen la plenitud. Es que aquí, en la arena, se demuestra el ser humano: inhumano. Y la cándida bestia, fiera. La verdadera guerra, desnuda. Como el jaleo que sale a duras penas del alma. Es la emoción, y las lágrimas, la risa, el llanto, el grito, el miedo, el omnipresente miedo… Del Miedo y de la Muerte nace lo Sacro ¿Dónde hacer el ritual? ¿Cómo y con quién? ¿Dónde está el toro? ¡Ya sale! ¡Ole! Y que tiemple y que mande. Impávido. Ya huele a muerte ¡Olé! ¿Eres tú el otro, Mataó?
Y NO LES HE DICHO LO PEOR
ResponderEliminarLos toros no son una fiesta, son una tragedia. Por eso, la tauromaquia debe ser preservada.
Durante la faena, el torero, un ser humano, se convierte en una fiera, y el toro, una bestia, un ser apenas sintiente, se transforma en un ser consciente. Por eso la fiesta de los toros es celebrada con solemnidad y seriedad. Es el único ritual de la modernidad que tiene un vínculo real con lo sagrado.
El problema es que los toros para sobrevivir, deben contar con la asistencia del público, y a la fiesta brava asiste toda clase de gente, entendidos o no: turistas, noveleros, irrespetuosos… con tal que paguen su barrera de sol. Pero mucha otra gente verdaderamente interesada, conocedora o habituada, no tiene la oportunidad de asistir: es un espectáculo caro.
Una sociedad antiséptica, que permite medrar solamente a lo bueno, acabará extirpando de la memoria la diferencia entre el bien y el mal. De ahí la importancia de los toros: el único escenario donde se puede contemplar, indemnes, una guerra de verdad; donde se ve chorrear la sangre; donde se ve acudir la Muerte; donde reina el Miedo. Y el Asco.
Una corrida de toros no tiene nada de bueno. Por eso hay que conservarlas. Esta sociedad que no tolera el mal, donde solamente prospera el bien, debe abrir espacio para la preservación de tan siquiera una parte maligna, pequeña o grande, de aquello que nos permite librarnos del peligro (La Violencia) o defendernos con dignidad de lo inconveniente (La Razón) ¿Dónde, si no, podemos ser testigos del debate entre el bien y el mal; lo bestial y la nobleza; lo teatral y la tragedia?
Habrá quienes no puedan entender el significado de la palabra casta: no se entiende sino presenciándola en la plaza ¿En qué consiste el valor? ¿Quién comprende la bravura? ¿Cuál siente más miedo? ¿Qué significa guerra a muerte? ¿Y el trapío? ¿Y la elegancia? ¿La majestad y la nobleza? La peligrosa persistencia. La vida cotidiana no es más que burda imitación ¿A dónde entonces vamos a conocer lo que quieren decir esas palabras?
O entonces ¿Por qué olvidarlas? ¿Qué le vamos a enseñar a nuestros nietos? ¿La candidez? Muéstrenla. No expresemos rabia, no seamos crueles. Esto no me lo muestren, pues son sentimientos reales. De eso sí somos capaces. Sin embargo no son defectos, sino virtudes. Pero hay quienes, por cobardes o mansos, no lo recuerdan sino cuando van a toros. Es más sabio quien se acuerda de eso afuera de la plaza.
La palabra inteligencia se ve aquí aparecer. Los protagonistas danzan… a muerte. Se compenetran desafiantes, veloces, feroces y hermosos, sangrantes. Llega el momento en que se miran. Y la pobre bestia que no sabe la forma del otro, ya lo determina. Ya entiende un enemigo y aparece otro nivel de conciencia: la consciencia, que es la certeza de la propia muerte. De los dos. Y el consiguiente miedo y el amor a la absurda vida, que es lo más parecido al odio. El ataque. Y el otro vuelto una fiera, serena, pide permiso para la matanza. Otra pieza de carnicería. Porque el indulto… es sentencia a gritos o pañuelos del otro, el respetable.
¿Qué se quiere demostrar? Que hay otros. Hay que decirlo, el egoísta no lo sabe. Y otras alegrías que no entorpecen la serenidad y otras tristezas que no contienen la plenitud. Es que aquí, en la arena, se demuestra el ser humano: inhumano. Y la cándida bestia, fiera. La verdadera guerra, desnuda. Como el jaleo que sale a duras penas del alma. Es la emoción, y las lágrimas, la risa, el llanto, el grito, el miedo, el omnipresente miedo… Del Miedo y de la Muerte nace lo Sacro ¿Dónde hacer el ritual? ¿Cómo y con quién? ¿Dónde está el toro? ¡Ya sale! ¡Ole! Y que tiemple y que mande. Impávido. Ya huele a muerte ¡Olé! ¿Eres tú el otro, Mataó?
50 RAZONES. PARA CALIFICAR A LA TAUROMAQUIA COMO EL ACTO MAS CRUEL Y DESPIDADO DE DISPARIDAD ENTRE UN HUMANO QUE TIENE CEREBRO. CONTRA UN ANIMAL.. QUE LO SACAN PARA ASESINARLO SI SEÑORES PARA ASESINARLO. ESO ES CULTURA. ESO ES TRADICION SANA??? NI USTEDES SE LO CREEN SUJETOS TAURINOS.. SON TAN INSENSIBLES.. POR QUE NO LOS TOREAN NOMAS.. MAS TQUILLA TENDRIAN.. ESPERO SE EXTINGAN LOS CEREBROS MAQUIABELICOS. QUE AUN SIGUEN CON ESTA TRADICION SANGRIENTA.
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